La Eternidad (Scaloni x Aimar)

Capítulo 7

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Nota preliminar: 

RECOMENDACIÓN: leer este capítulo escuchando este tango. Es MUCHO muy importante: https://youtu.be/kzd1htfkqqI

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Non! non! à présent je me révolte contre la mort!
Le travail paraît trop léger à mon orgueil:
ma trahison au monde serait un supplice trop court.
Au dernier moment, j'attaquerais à droite, à gauche...

La época de exámenes parciales ataca sin piedad y Pablo intenta focalizarse lo máximo posible en, aunque sea, aprobar con la mínima nota. Pero sabe que su padre le impondrá castigos bastante altos si se presenta con una calificación tan baja, y no piensa perderse las horas de farra con sus amigos por esta estupidez.

Sus visitas a la Biblioteca del Jockey Club se hacen cotidianas y hasta logró que su padre autorice su membresía definitiva para poder usar las instalaciones. Walter y el Ratón hicieron lo mismo. La Biblioteca ofrece un fondo bibliográfico excelente y, sobre todo, actualizado para los temas en que necesitan ahondar, sumados a los de la propia biblioteca de la facultad. Pablo visita la del club los martes y jueves y, por supuesto, los días sábado por la mañana. Los días de semana aprovechó para ir a la Sala de Armas mientras el lugar estaba vacío y se sacó las ganas de ver las fotos junto a los trofeos en la vitrina. Eran galardones de varias competencias y en el centro, una copa de plata de gran porte se destaca por sobre las demás. Debajo de la misma, una foto con el equipo campeón del torneo.

Lionel sostiene la copa con una simple sonrisa mirando a la cámara.

Se preguntó a si mismo si sería posible pedir una copia de esa fotografía, pero apenas el pensamiento cruzó su mente, lo tachó en seguida, alejando su delirio. No volvió a pisar el lugar de práctica de esgrima, tan solo se concentró en aprovechar el tiempo estudiando e ignorando al resto del mundo. Decidió visitar más tiempo la biblioteca de la facultad y claro está, allí lo encontró Scaloni.

"Tenés ojeras y cara de tenso ¿estás bien?" le pregunta, sentándose a su lado.

"Sí. Necesito un poco de distracción, nada más." Pablo no levanta la vista de su cuaderno mientras la pluma se desliza por el papel con un leve chirrido.

"Hm. Tal vez pueda ayudar con eso." Lionel pone sus dedos sobre los de Aimar y retira la pluma hasta reposarla sobre el la mesa. "¿Por qué no te venís al club conmigo para tomar algo y jugar al pool?" Pablo atina a responder inmediatamente, pero se contiene. Las primeras palabras que iban a salir de su boca serían demasiado bruscas para rechazarlo, por lo tanto, respira y sonríe. "Te agradezco, pero preferiría ir a un lugar menos acartonado."

Bueno, eso fue muchísimo más suave de lo que originalmente pensó responder.

"¿Cómo por ejemplo?" pregunta Lionel, sosteniendo su mejilla con el puño cerrado sobre la mesa.

Pablo se muerde los labios y levanta las cejas de manera casi altanera. "Lugares que vos seguramente consideras peligrosos y de baja categoría." Hace una pausa y chasquea la lengua. "Los boliches del bajo. Lugares a los que ni mamado te acercarías."

"¿A que sí?"

"A que no."

Scaloni junta sus manos entre sus piernas y se acerca al rostro de Pablo, clavando sus ojos en los del más chico. "Cuándo y a qué hora."

El tiro le salió por la culata a Aimar porque ahora son las ocho de la noche y está preparando su bolsito de 'farra' para escaparse. Lionel aceptó ir con Pablo, Walter y el Ratón a los quilombos del arrabal y el chico todavía no cae en la cuenta de cómo Scaloni se animó a tanto. Pablo ajusta el cinto del bolso de tela y asoma la nariz hacia el pasillo desde la puerta de su habitación. No hay moros en la costa. En puntas de pie cruza el corredor hasta la sala de juegos de su casa, que queda sobe el ala contraria a la de su pieza y con mucho cuidado, abre una de las ventanas que dan al jardín. Más o menos le calcula el punto a ojo y arroja su bolso que cae debajo del olmo del patio. Regresa por el pasillo de planta alta y baja por la escalera hasta la sala de estar, en donde su padre ocupa su tiempo con un libro y su madre teje.