Capítulo 1

738 47 20
                                    


Elle est retrouvée.
Quoi ? - L'Eternité.
C'est la mer allée
Avec le soleil.

El buque de dos chimeneas y proa clíper se desliza mansamente sobre las aguas del océano Atlántico a pocos kilómetros de arribar al puerto de destino. Es 1925 y el 'AMAZONE' lleva en su carga inmigrantes españoles, franceses y también algún que otro argentino que retorna a sus tierras. Tal es el caso de Pablo César Aimar Giordano, quien con apenas dieciocho años cumplidos apenas dos meses atrás, apoya uno de sus brillantes zapatos sobre los hierros de soporte de la baranda del buque para otear el horizonte.

Sus estudios en España le permitieron un cierto grado de libertad de la constante vigilia de sus padres, con base en tierra porteña pero oriundos de la provincia de Córdoba. Dejaron su tierra natal para poder encargarse más fructíferamente de los negocios familiares en las bolsas de cambio y los mataderos, siendo la principal actividad comercial de los Aimar Giordano, la ganadería. Una de las tantas familias hacendadas de buen pasar económico que reinan en la Argentina agroexportadora, una nación en constante crecimiento y de abundante riqueza.

El joven mira la hora en su reloj de bolsillo y suspira. Llegará justo para la hora del almuerzo, Dios mediante. Con cada vaivén de las olas que mecen el barco, Pablo le dice adiós a sus días de tranquilidad, a medida comienza a divisar cada vez más cercanas las dársenas del flamante puerto nuevo de Buenos Aires, situadas a continuación del Puerto Madero. El olor a putrefacto y la bosta de los animales atacan su nariz apenas se baja la pesada ancla y se despliegan las pasarelas de madera para que descienda la Primera Clase antes que el resto. Pablo suspira con una mano en la baranda de soga y con la otra, sostiene su sombrero de copa gris para que no se vuele, haciendo juego con su saco. No quería usarlo, pero estimando que su padre lo querría ver decente una vez en la vida, se cambió en su camarote a último momento para darle el gusto.

Afortunadamente, Ignacio, el chofer de la casa, lo espera solo, sin ningún miembro de la familia.

Qué sorpresa, piensa irónico.

"Bienvenido a casa, Niño Pablo," saluda el hombre de unos cuarenta y tantos años, de amplio bigote colorado y cuerpo estilizado. "El auto está por allá."

"Gracias, Ignacio," responde el joven siguiendo al mayor. El chofer abre la puerta trasera del flamante Chevrolet Doble Phaeton color azul y agacha su cabeza para no golpearse con la capota antes de sentarse. Se reclina en el mullido asiento de cuero para cerrar los ojos y descansar un poco mientras el otro busca sus maletas para cargarlas en el segundo auto, conducido por otro chofer de la familia, junto a los demás sirvientes de los pasajeros. El bullicio es infernal. Los distintos idiomas de inmigrantes que se escuchan, los gritos de los subastadores de las mercancías recién llegadas, las ruedas de los carromatos y los estibadores portuarios puteándose entre ellos para que apuren las descargas, junto a los llantos de los bebés y las risotadas de las viejas colifas que deambulan sin rumbo. Un acordeón a lo lejos llama su atención. Por primera vez sonríe desde que pisa tierra argentina al escuchar los compases de una milonguita, seguramente proveniente de una ronda de marineros que hacen tiempo antes de zarpar nuevamente.

Ignacio regresa tiempo después y se sienta al volante. El motor de cuatro cilindros suena como un violín mientras se abre paso por las calles del puerto, logrando salir para la avenida. Pablo reclina su cabeza hacia un costado observando los Palacios y edificios. Bastante cambió la ciudad en estos cuatro años que estuvo en el extranjero, y se respira un aire de ciudad cosmopolita en cada esquina. Aunque sus intereses estén en otro lado.

Por la Calle Larga se alza la Quinta de los Aimar Giordano en pleno corazón de Barracas, un pequeño palacete de estilo italiano rodeado de un frondoso jardín. El automóvil gira hasta ubicarse justo en la entrada a la casa. Pablo desciende tranquilo, sabiendo que nadie lo espera, pero para su sorpresa, su hermano Andrés Ricardo lo recibe con un abrazo.

La Eternidad (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora