Min Yoongi y Park Jimin son amigos y compañeros desde adolescentes pero algo más nace entre ellos de manera inevitable, un amor juvenil una pasión palpable que emanaba desde lo más pronundo de sus corazones jóvenes y de lo cual nace el fruto de ese...
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—¡Bingo! —Dijo para sí mientras observaba de lejos a Yoongi llegar a esa guardería. Si, lo había estado siguiendo, aprendiendo su rutina, ya sabía que en la mañana llegaba a las 8 de la mañana a ese gran edificio propiedad de la familia Min, que a la una salía a almorzar siempre junto a ese muchacho de cabello rojizo y a las 4 se iba para la Mansión, a las 5:30 volvía a salir pero aun no había podido saber a dónde hasta ahora.
Algo le invadió cuando vio salir de ahí a ese pequeño con un gran sonrisa en los labios y aferrarse a los brazos de su padre.
—¿Ese es tu hijo Yoon? —Volvió a Murmurar.
Sentía su estómago revolverse del dolor al ver aquello. Siempre se imaginó así... cuando era un niño tonto e ingenuo de 15 años, se imaginaba a Yoongi tomando en brazos a su pequeño hijo y cargandolo con una sonrisa y una mirada llena de amor justo como hacia con ese niño.
Maldición... cuanto deseó para él ese futuro. Futuro que le fue cruelmente arrebatado por esa maldita familia.
Luego su sentimiento de nostalgia cambió al ver a una mujer ahí y supuso que ella debía ser su esposa... por la manera en que se agarró al brazo de Yoongi y la forma en que cargó a ese niño y se metía al auto.
—¡Maldito! —Dijo con frustración. Ese dolor aún no lo olvidaba. —¡Mil veces maldito Min Yoongi!
Yoongi había preferido irse con ella al extranjero y casarse y ser feliz con un hijo de ella mientras él sufrió hasta casi morir y perder a su bebé. No, eso jamas se lo iba a perdonar porque lo haría pagar hasta con intereses.
Los ojos de Yoongi lo enfocaron otra vez así como aquella noche y esa fue la señal para retirarse del lugar.
Manejó por largo rato a velocidad alta sin importar nada. Lo odiaba con todas sus fuerzas, odiaba su vida perfecta y aunque sabía que ese niño no tenía la culpa también comenzó a sentir resentimiento contra él, porque él sí estaba vivo y su pequeño Kai no. A él no le dieron una oportunidad.
Sentía tanta furia pero en la noche se desquitaría, con ese Agust D.
—Baby...
Jungkook se acercó a Jimin, analizando su mirada, la posición de sus hombros, y hasta su cabello despeinado porque seguramente lo jaló con fuerza. Conocía muy bien al peli-rosa, había estado observándolo por 3 largos años.
—¿Estas bien? —Preguntó al no obtener una respuesta de Jimin anteriormente.
—Ujumm...
—¿Sabes que puedes contarme lo que sea verdad?
—Aja...
Jungkook cerró más el espacio y tomó a Jimin de las manos obligándolo a verle.
—Jimin, dime que tienes cariño.
Jimin dejó de evitar la mirada de Jungkook, una mirada tan cristalina y brillante como si mil galaxias vivieran ahí dentro de sus pupilas, por primera vez dejó que los brazos fuertes del mayor lo abrazaran.