Tendido boca arriba en uno de los rincones de un polvoriento y ruinoso atrio, el cuerpo inmóvil del periodista e investigador Bertram Kastner comenzó a mostrar signos vitales. En primer lugar, fueron los dedos de las manos los que, temblorosos, se arquearon lentamente, trasladando su tensión a los músculos del resto de cada brazo. No tardaron demasiado en reaccionar también las extremidades inferiores, quedando la pierna izquierda con la rodilla flexionada y descansando sobre la planta de su pie.
Como si despertara con resaca después de una larga y movida noche, exhaló un quejido casi inaudible tras el que finalmente abrió repentinamente los ojos. Aún confuso y todavía asimilando los coletazos de la pesadilla que le había atormentado durante los últimos minutos, se incorporó con dificultad, pudiendo analizar todo lo que había a su alrededor desde su nueva perspectiva.
—¿Qué es este sitio? ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Sentado en un suelo cubierto de suciedad, escombros y cristales, contempló minuciosamente las paredes y ventanas del patio interior del edificio en ruinas en el que se encontraba, intentando recordar algo que le sirviera de pista para explicar cómo había llegado hasta allí. Pero angustiado, pegó las palmas de sus manos contra el pecho al percatarse de que había algo que fallaba en él.—No... no late... ¿Qué le ocurre a mi corazón?
Rápidamente, se desabrochó la parte superior de su camisa y, sin encontrar ninguna herida o cicatriz, deslizó sus dedos por la piel en busca del más mínimo atisbo de ritmo cardíaco. No tardó en descubrir que su cuerpo ya no irradiaba el calor propio de un ser vivo, tal y como había venido haciendo en sus más de treinta años de existencia. Para más inri, también echó en falta los movimientos autónomos necesarios para cumplir la función de respirar.—¿Qué clase de pesadilla es esta? Es como si estuviera muerto en vida...
Agitado e inspirando aire de forma exagerada a la vez que inútil, buscó desesperadamente un trozo de cristal que fuera lo suficientemente grande como para poder ver su reflejo en él, de entre todos los que había a su alcance. Disponiéndolo frente a sí mismo, consiguió visualizar un leve destello de su rostro en medio de toda aquella negrura.—No parece que me haya convertido en un cadáver... ni tampoco en un animal o una bestia... —caviló influenciado por las efímeras imágenes que recordaba de la pesadilla que vivió antes de despertar, mientras analizaba el aspecto de su cara.
Después de tragar salida y pensárselo durante unos segundos, reunió el valor suficiente para hundir una de las puntas del cristal en la piel del frontal de su mano. A la misma vez que experimentaba un dolor punzante propio del corte que se acababa de provocar, empezó a brotar un fino hilo de sangre. Bertram soltó el cristal, quedando absorto con la visión del líquido carmesí que de allí manaba. Instintivamente, acercó su boca hacia la herida, absorbiendo y lamiendo todo rastro del plasma rojizo. Inmediatamente, la hemorragia cesó, sin quedar rastro del tajo ni cicatriz alguna.
Sin embargo, ese gesto también supuso la desaparición de la conciencia del periodista, quedando relegada a un irrelevante segundo plano. En su lugar, tomó las riendas una mentalidad salvaje y primigenia, alimentada por el instinto que lleva a todos los animales a buscar sustento con el que sobrevivir. Desbocado ante un dolor abrasador en su garganta y como si se tratara de una bestia enjaulada, comenzó a recorrer el atrio de un lado a otro sin encontrar más salida que la que le permitía contemplar el cielo, a más de quince metros de altura. Tras reparar en un portón de madera desvencijada, no dudó en emprender una carrera hacia él y atravesarlo violentamente, provocando una lluvia de astillas y retazos de madera.
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Bertram Kastner: El Origen Olvidado
VampiroEl periodista de investigación Bertram Kastner despierta en un edificio abandonado. Enseguida descubre que su vida ha cambiado de forma radical, siendo un gran peligro para su familia. Por ello, decide abandonar su ciudad en busca de respuestas sobr...