Sentado frente a la ventana, Alger observaba cómo la gente de las calles aledañas se agolpaba ante los esquilmados puestos de víveres. Cada vez que creía haber encontrado a su objetivo, echaba mano de su cámara de fotos hasta darse cuenta de que no se trataba de él. Abatido por la desesperación y el no haber dormido nada desde hacía un día, se dejaba engañar por los caprichosos espejismos que le mostraba su mente. Echó un vistazo hacia atrás, estando tentado de tumbarse en el sucio colchón que había en el suelo. Pero un golpe de suerte iba a hacerle cambiar de idea.
—¡Alhefus, la he conseguido! —vociferaba Iyad mientras subía las escaleras hasta la buhardilla donde se encontraba su invitado.
—¿En serio? ¡Déjame verla! —Alger saltó de la silla y fue al encuentro de su anfitrión para arrebatarle la hoja de papel que traía.
La mirada del reportero fue directa hasta la fotografía en la que aparecía Kazim junto a un par de soldados. A pesar de que la calidad de impresión no era ni por asomo como la del periódico en el que trabajaba, los rasgos del muchacho se podían apreciar a la perfección.
—Esto servirá. ¡Eres un genio, Iyad!
—¿No irás a salir a buscarle ahora? Has estado fuera toda la noche y necesitas dormir —le cuestionó Iyad al ver cómo Alger se calzaba las botas.
—Debo encontrar a Kazim antes ir a Kuwait. —Dándole la hoja para que la sostuviera en vertical, le echó un par de fotografías con su cámara antes de colgársela al cuello—. Alguien pudo verlo.
—Prométeme que tras los funerales descansarás de la búsqueda. Porque nos veremos en el maqbara, ¿verdad?
—Haré lo posible por ir al cementerio —le contestó Alger bajando las escaleras a toda prisa con su mochila a cuestas, manteniendo la esperanza de poder dar con el chico gracias a la imagen del periódico.*****
Aún en tiempos de guerra, no era normal que en una misma jornada tuvieran lugar los entierros de más de una decena de personas en Az Zubayr. Pero ese día iba a ser excepcional, debido a que Iyad llevó consigo hasta allí a los tres militares muertos de su escuadrón. Tampoco habían dejado atrás a la familia de Kazim, por deferencia y respeto al chico. Por su parte, Alger había tenido en cuenta a la pareja con la que había viajado en la ambulancia hasta el lugar donde fueron asaltados. A todos ellos se les daría un entierro digno en el maqbara, a pesar de no hacerlo en la tierra donde vivieron.
Con la ceremonia ya comenzada, Iyad vio cómo Alger llegaba agotado al cementerio y se sentaba bajo un árbol raquítico de sombra minúscula. Temía que el extranjero no estuviera en condiciones de llevarlos a su esposa y a él hasta Kuwait al día siguiente, siendo una pieza primordial en su plan de deserción. O peor si cabe, que decidiera quedarse hasta que no encontrara a Kazim, acabándose los días de luto que el ejército le había concedido por el devenir de su equipo. Dando un suspiro, continuó con sus oraciones en memoria de los militares fallecidos.
Cuando los ritos funerarios finalizaron y los asistentes ya se habían dispersado, Iyad se acercó hasta donde reposaba Alger. Éste sostenía la hoja de periódico que le había conseguido aquella mañana gracias a que uno de sus vecinos guardaba escrupulosamente las publicaciones que llegaban con cuenta gotas durante el conflicto bélico.
—Un mes más aquí y sabré leer esta noticia —declaró Alger para sorpresa de Iyad, viendo éste venir sus intenciones de quedarse.
—No... ¿No irás mañana a Kuwait con nosotros? —susurró éste a la vez que se aseguraba de que nadie pudiera escucharles.
—Me quedaré mientras el muchacho está desaparecido.
—Pero Alhefus, tu vida está en peligro quedándote en Irak. El gobierno ha expulsado a casi todos los periodistas como tú —le rebatió Iyad echándose las manos a la cabeza y buscando la manera de convencer al extranjero para que abandonara el país junto a él.
—Tranquilo, amigo. Anoche, dos personas vieron a Kazim aquí. Seguro hoy vuelve al cementerio y podremos ir a Kuwait juntos.
—¡Dios te oiga y eso se haga cierto! —exclamó exultante Iyad levantando sus brazos al cielo—. Por favor, ve a casa a comer y a descansar. Yo esperaré al chico mientras tanto.
—No, yo me quedaré esperando. —Tras negar con la cabeza, Alger dobló cuidadosamente la hoja de periódico y la guardó en su mochila.
—Pero necesitas comer, Alhefus —dijo preocupado ante la decisión de su invitado—. Aguarda. Te traeré algo de comida y agua —añadió tras pensar qué hacer durante unos instantes.
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Bertram Kastner: El Origen Olvidado
VampireEl periodista de investigación Bertram Kastner despierta en un edificio abandonado. Enseguida descubre que su vida ha cambiado de forma radical, siendo un gran peligro para su familia. Por ello, decide abandonar su ciudad en busca de respuestas sobr...