Bertram Kastner - 21

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   Bertram volvió a dirigir su mirada hacia Jünaj, mostrándole un rostro desencajado por la desesperación y el miedo, a la vez que buscaba que éste se apiadara de él.

– ¡Por favor, déjame pasar! – continuó reclamándole Bertram tras haber logrado avanzar un par de pasos hacia él con gran esfuerzo. – Un tal Niels Rainath me está buscando para que le revele una información muy importante que necesita saber. Hasta hace un momento no recordaba nada de aquello, pero mientras estaba inconsciente, él se ha metido en mis sueños y ha hecho que lo rememorara para poder contárselo.

– ¿Niels Rainath? – le preguntó Jünaj con cierta indiferencia e inclinando levemente la cabeza hacia un lado.

– Antes de eso, irrumpió en el Elíseo, donde Trebet y Garet lo retuvieron mientras que Erika y yo escapábamos. – añadió con cierto nerviosismo, mirando a su retaguardia frecuentemente. – ¡Nos alcanzó en el garaje, pero conseguimos huir! Uno de sus matones nos persiguió por las calles de Stuttgart, aunque lo despistamos y conseguimos salir de la ciudad.


   Viendo que algo le impedía caminar más cerca de Jünaj, detuvo su avance y aprovechó para adornar toda su explicación con multitud de aspavientos. Pero el semblante de Jünaj no se inmutó ante todos esos gestos.

– ¿Por eso vinisteis aquí? – le preguntó Jünaj a la vez que volvía a enderezar su cabeza.

– ¡Sí, eso es! Erika fue la que sugirió venir a pedirte ayuda, ya que Roderick le había hablado de ti en alguna ocasión. – prosiguió Bertram con cierta euforia al percibir que podía ir por el buen camino de convencerlo. – Pero cuando estábamos llegando, nos dieron alcance con un par de vehículos. A parte de acribillarnos a balazos, nos empujaron fuera de la carretera y caímos por esta pendiente hasta acabar en este punto del bosque.

– Y ese era el coche en el que ibais. – comentó Jünaj levantando lentamente la mano y señalando hacia el taxi accidentado, sin dejar de mirar a Bertram.

– ¡Exacto! – exclamó éste. – ¿Me crees ahora?


   Sin embargo, Jünaj no tuvo opción de responder, debido a que uno de los secuaces de Niels interrumpió la conversación. Portaba una linterna, con la que alumbraba a Bertram.

– No se mueva, señor Kastner. – le ordenó mientras que le apuntaba con la pistola que llevaba en la otra mano. – Y ni se le ocurra hacer ninguna tontería.

– Vete de aquí. – le ordenó Bertram haciendo un amago de girarse hacia él.


   Pero el inesperado ruido de un disparo le pilló desprevenido. Del sobresalto, se desequilibró y terminó cayendo torpemente en el suelo. Su cuerpo herido y sin fuerzas ya no estaba en condiciones de reaccionar de una forma decente.

– ¡Le he dicho que no hiciera ninguna de sus artimañas! – añadió el matón, deslumbrándole con la linterna y sin dejar de apuntarle con el arma. – Quiero que se tumbe boca abajo en el suelo y que se quede quietecito mientras que llega el señor Rainath. De lo contrario, la próxima bala no será de advertencia.

– Va a resultar que decías la verdad, Bertram. Parece que Niels Rainath nos va a dignar con su presencia. – le comentó Jünaj expectante, aún sentado en su montículo de piedra.

– ¿Lo ves? – le inquirió Bertram, levantando la mirada del suelo hacia él, justo en el momento en que presenciaba cómo el hombre disparaba la pistola y las balas alcanzaban a Jünaj.


   El ruido atronador del tiroteo ensordeció sus palabras y se quedó retumbando durante unos segundos en sus tímpanos. Le costaba vislumbrar cuál había sido el efecto de los proyectiles sobre Jünaj, ya que el quinqué se había caído y su luz se había extinguido. Cuando sus oídos se despejaron, comenzó a escuchar la respiración del hombre que había disparado, además de su creciente ritmo cardíaco.

Bertram Kastner: El Origen OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora