Independientemente del lugar al que decidiera dirigirse, sería mejor ir con el menor número de mortales posible. En el caso de Alger, tenía como excusa de la necesidad salvarle, tal y como Erika le había indicado bajo las órdenes de Garet. Además, la existencia de la sociedad vampírica ya no era un secreto para él. Por lo tanto, cualquier vampiro aliado de las zonas colindantes les debería dar cobijo y asistencia.
Pero con Moe, era distinto y no convenía sumergirlo en el mundo de los vampiros. Por ello, decidió que, aunque les había ayudado a salir del hospital sin levantar sospechas, lo mejor sería separar sus caminos en cuanto pudieran. Ya tendría lugar de darle alguna explicación e invitarle a unos cuantos cafés en compensación cuando las aguas revueltas se calmaran.– ¿Dónde decías que tenías aparcado el coche? – le preguntó Nadin a Alger después de terminar con sus deliberaciones. – Le pediré a Moe que nos acerque y así continuar el camino nosotros dos en tu coche.
– Sabía que finalmente caerías rendida a mis encantos. – respondió victorioso Alger, levantando ambos brazos hacia arriba. – ¿Iremos a mi casa después?
– Alger, no es momento de bromear. – se indignó Nadin. – ¿Acaso no eres consciente de que tu vida corre peligro ahora mismo?
– ¿Y qué mejor forma de despedirme de este mundo que disfrutando de tu compañía? – insistió Alger. – ¿No te parece?
Nadin se quedó pensativa de nuevo, hasta que, aparentemente, dio su brazo a torcer.– Pues sí, visto así, tienes razón. Nunca sabes lo que te deparará la vida y hay que sacarle provecho a cualquier ocasión. Está bien. ¿Por qué no intentarlo? – le contestó Nadin, para justo después cambiar totalmente de tema. – Eso sí, ¿dónde está aparcado tu coche?
– Espera, espera. Esto no cuela. Tú lo que quieres es camelarme para que te diga dónde tengo el coche y después, si te he visto no me acuerdo. – razonó Alger vislumbrando las intenciones de Nadin.
– ¿Acaso quieres que se venga también Moe a tu casa? – continuó Nadin esbozando una sonrisa maliciosa. – Ya puestos a disfrutar, a mí no me importaría.
– Calle Ossietzky, junto a la estación de tren. – se apresuró a contestarle Alger, consciente de haber perdido en esta contienda.
– Buen chico. – le premió Nadin con un cumplido. – Ahora, es momento de que calmes un poco tus instintos salvajes y tus dulces encantos.
A partir de un pequeño frasco que había en la nevera de la ambulancia, Nadin había preparado una inyección. Una vez que sabía dónde estaba el coche exactamente, se la suministró a Alger clavándole la aguja cerca del cuello.– Oye, ¿qué me has pinchado? – le gritó Alger sorprendido.
– Algo para que puedas sobrellevar mejor tu situación. En tu estado, conviene que tu sangre esté lo más repartida posible por tu cuerpo y no concentrada en un solo punto. – le explicó Nadin señalando sutilmente a su entrepierna.
ESTÁS LEYENDO
Bertram Kastner: El Origen Olvidado
VampirosEl periodista de investigación Bertram Kastner despierta en un edificio abandonado. Enseguida descubre que su vida ha cambiado de forma radical, siendo un gran peligro para su familia. Por ello, decide abandonar su ciudad en busca de respuestas sobr...