capitulo 12 (El Docente y la alumna )

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El sol se estaba poniendo por el horizonte, presentando un crepúsculo brillante y espectacular. La noche estaba llegando, eso favorecía a una pareja que no quería ser descubierta por nadie, que con intensidad querían mantener sus pecados ocultos en el profundo velo de la oscuridad. La estudiante extraviada y el profesor con bata que se cruzó con ella estaban ahora mismo en un laboratorio de física, ella estaba sentada en una mesa para dos personas, y él de pie entre las piernas de ella dejando pasar su cintura, intentando penetrarla, pero aun con ropa puesta ambos rosaban su sexo fuertemente, estaban abrazados, ambos se movían de forma sexual agitados y con deseo mientras se besaban apasionadamente con lengua.

La joven que tenía el pelo rubio platino y los ojos castaños, no acababa de creer que estuviera viviendo semejante escena, y menos con un profesor de su curso. Tanto ella como ese profesor jugueteaban con la lengua metida en la boca del otro, sintiendo excitación por ese beso mientras se abrazaban amantes de la intensidad carnal que sus cuerpos fogosos generaban para darse placer. Apenas habían cruzado palabra tras chocar en el pasillo.

-Ah... profesor... Nicolás.... -jadeaba ella entre besos mientras lo tenía cogido con las manos abrazando la espalda, y las piernas rodeando su cintura. Él enseguida dejó de besarla para ver que sus mejillas las tenía ruborizadas- ¿De verdad... estamos... haciendo esto?

-¿Crees que es un sueño? -preguntó él rozando los labios de ella- ¿Es que quieres despertar de este sueño?

-¡No, nunca! -se negó ella abrazándolo desesperada, como impidiendo que eso que él dijo sucediera. -No quiero acabar ahora.

-Je, je... yo tampoco. Apenas hemos empezado a divertirnos. -coincidió él oliendo el pelo de la chica.

-Si mi novio llega a saber de esto...

El profesor Nicolás no la dejó hablar más, la apartó para volverla a besar con pasión y desenfreno. Ella le corresponde sintiendo deseo y placer en todo el cuerpo, ese fuego ardiente que crecía en su tripa y más abajo crecía ferviente en el cuerpo de ambos. No tardó en notar que las manos de Nicolás acariciaban su cuerpo por debajo de las ropas, excitándola mucho más. Entonces, él dejó de besarla un momento.

-¿Cómo te llamabas? -le preguntó él a los ojos.

-Jessica... pero me llaman Jessy. -contestó ella mirándolo ruborizada y nerviosa.

-Jessy... es un nombre digno de una hermosura como tú -halagó él cogiéndola de la barbilla suavemente-. A mí... puedes llamarme Nick, pero solo estando a solas como ahora.

-¿De verdad deseas hacerlo? ¿Aquí, conmigo, sin apenas conocerme, siendo tú..., mi profesor? -pregunto ella.

Él lo miró fijamente a los ojos. No le dijo nada. Lo que hizo fue acercarse y volver a besarla con deseo, respondiendo así a su pregunta, que para él era tonta. A Nick le encantó esa respuesta, y no dudó en hacerla disfrutar esa noche tanto como él. Al corresponderle el beso, jugueteando con sus lenguas, él empezó a desabrocharle la camisa, pero antes le quitó la corbata para dejarla a un lado. Ella le dejó hacer lo que quisiere, ella lo deseaba más y más. Al intentar desnudarle también, él la detuvo cogiendo sus manos, obligándola a tenerlas tras la espalda, obediente las tuvo ahí. Nick volvió a coger la corbata, y con ella ató sus muñecas con fuerza, asegurándose de que no pudiera desatarse. Jessy quedó sorprendida por ese acto, y se quejó del daño que sentía por ello.

-¡Ah...! -exclamó ella al separarse de él. -Pro-Profesor... ¿Para qué hace eso?

-¿No es obvio? -preguntó él como respuesta mientras se relamía los labios- Pues. para lo que está por empezar.

-¿Eh?

Nick siguió con su tarea, y prosiguió con la camisa blanca de Jessy, que estaba a media. Al tenerla desabrochada del todo pudo ver la ropa interior de la joven y su blanca y suave piel. Pero vio también que ese sujetador se podía abrir por delante y no por detrás, no pudo evitar reírse satisfecho, y lo desabrochó también. Jessy gemía con cada rocé que él hacía mientras la desnudaba poco a poco. Al verse ahí, quedando desnuda ante un hombre mayor que ella hacía que se ruborizara cada vez más y su cuerpo empezara a sudar de la excitación que sentía por dentro, no negaba que le gustase.

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