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Mis heridas comenzaban a sanar al mismo tiempo que los hematomas cambiaban de color. Dos días habían transcurrido desde mi enfrentamiento con once y aún solía recibir comentarios burlescos.

–¡Es que es una niña!–tres estalló en risas.

Mi hermana había pasado la última media hora mofándome. El coraje se estaba acumulando en mi interior y, en cualquier momento, saldría a la luz.

Establecí la vista en uno de las bombillas de la habitación porque no quería entablar contacto visual con tres para que no se diese cuenta de mi enojo.

–No sé como no te da vergüenza, si yo hubiese sido vencida por once no hubiese vuelto a salir de mi habitación.–agarró una de las fichas de domino que estaban frente a ella.

No la mires, solo ignórala.

Era tanta la magnitud de mi enfado que inconscientemente la luz que anteriormente había estado viendo, comenzó a parpadear.

Tres detuvo sus comentarios para dirigirme la mirada sin soltar las piezas de domino.

–¿Fue un fallo de electricidad o estás molesta?–cuestionó.

Que cínica de su parte hacer esa clase de pregunta cuando había pasado sus últimos minutos perdiendo el tiempo con comentarios que nadie le pidió que hiciera.

Antes de que le respondiera, ella cambió súbitamente de tema.

–Cinco, no me la vas a creer, creo que Peter viene hacia acá. Obviamente viene hacia mí ¿No? ¿Se habrá dado cuenta de que me gusta?–chilló soltando el juego de mesa.

Retiré la mirada del foco para situarla ante la figura que se aproximaba hacia nosotras. Peter venía con su usual traje blanco junto con su tarjeta de identificación colgando de su cintura. Se veía diferente, pero no lograba encontrar lo que hoy lo hacía lucir extraño al Peter que había visto días atrás.

–Número tres, me pidieron que te retires antes de la sala de arcoíris, el guardia de la puerta te acompañará a tu próxima locación.–Peter sonrió mientras entrelazaba sus manos delante de él.

–¿Antes? Falta como media hora para que se termine nuestro tiempo libre.–Repeló.

–Solo estoy siguiendo órdenes.–Se encogió de hombros.

–Bien, si eso quieren.–Con un increíble enojo, hizo la silla hacia atrás logrando que rechinase un poco y, de esa manera, captó la atención de varios presentes del lugar.

Después de eso, número tres caminó hacia el guardia de la entrada mientras Peter y yo nos limitábamos a observar su recorrido.

–¿Puedo sentarme?–Peter señaló a la silla que yacía disponible.

–Solo si prometes no hacer comentarios burlones sobre mi derrota.–me crucé de brazos.

–¿Siguen tocando el tema?–tomó asiento frente a mí.

–Sí, no entiendo ¿Por qué es tan relevante la situación? Ni siquiera era un enfrentamiento real, papá dijo que era un juego.–respondí sin otorgarle la mirada, ya que me encontraba admirando una de las piezas de domino.

–porque te tienen miedo, están alegres de que alguien se encuentre a tu nivel.–Peter imitó mi acción.

–¿Miedo?–fruncí el ceño.

–Sí, miedo ¿No te das cuenta? Ahora que tienen una manera de "vencerte"–hizo comillas con sus dedos– Van a hacer lo posible para quitarte del camino.

–Entre más pasan los días, más fuerte es la sensación de sentir que no pertenezco a este lugar.

–Cinco, no eres la única que considera que no perteneces a este lugar.

No pude evitar levantar la mirada ¿Quién mas creía lo mismo que yo?

Antes de que lograse pronunciar las primeras palabras de la pregunta que tenía pensada hacer, Peter se apresuró a cambiar de tema.

–Me recuerdas a alguien ¿Sabes?–Suspiró.

–¿A quién?–Me comenzaba a sentir desorientada por la alteración repentina de tema.

Él sonrió mientras extendía una de las fichas hacia mí. Dicha ficha sólo tenía una bolita dibujada, lo cual indicaba al número uno.

–¿Uno?–pregunté para verificar si había captado su referencia.

Peter asintió con la cabeza mientras quitaba la ficha y la unía junto a las demás.

–Creí que no existía, papá siempre dijo que no había un número uno.

Aturdida, impresionada y azorada era como me sentía.

–Digamos que papá no es del todo sincero con las personas de prueba, en especial contigo.

–¿Qué estás tratando de decir?

–Que tienes que tener cuidado con papá, no confíes en lo que te dice. Eres muy inteligente, pero habrán personas que quieran apoderarse de esa inteligencia.

Lo miré a los ojos en busca de una pizca de mentira en su mirada, pero no la encontré. Peter estaba hablando de una manera muy seria y, hasta cierto punto, me aterrorizaba.

–Quisiera seguir hablando contigo, pero Brenner comienza a sospechar de nuestra amistad.

Eso era algo de lo cual debíamos de preocuparnos.

–¿No hay manera de que hablemos sin estar rodeados de cámaras?–pregunté en busca de una alternativa.

Peter asintió con la cabeza.

–Mañana me toca hacer turno nocturno en la sala de vigilancia, trata de llegar ahí antes después de las ocho.

Sala de vigilancia, mañana, ocho.
Perfecto.

–¿Cómo se supone que salga de mi habitación y del pasillo?–recordé lo imposible que era distribuirse entre los trabajadores si eras un individuo de prueba.

–De manera muy discreta baja tu mano por debajo de la mesa, cuando toques la tarjeta guárdala en tu calceta. Tienes que esconderla hasta mañana para no ser descubiertos. Si me entendiste mueve una de las fichas hacia la derecha.

Levanté la mano izquierda para colocar una de las piezas que mantenía en mis dedos junto al montón de fichas que Peter me había indicado. Después de eso, bajé mi mano para poder tocar la tarjeta que me ayudaría a escurrirme entre los pasillos. Mis dedos cálidos rozaron con los dedos fríos de Peter haciendo que me estremeciera un poco ante el contacto físico que compartimos.

–Buena chica.–sonrió mostrándome su dentadura en cuanto él ya no sintió la tarjeta, dado que ahora se encontraba en mi calceta.

–¡Buenos días chicos!–papá entró a la habitación dando un cordial saludo.

En menos que canta un gallo, me puse de pie para formarme con el resto de mis hermanos. Peter se puso en posición junto con los guardias mientras yo me preparaba mentalmente para una nueva prueba.

–Hoy tendremos un enfrentamiento. Necesito verificar si lo de hace días fue un descuido o alguien perdió su potencial.

Tragué saliva, esa había sido una indirecta muy directa la cual había sido comprendida por todos.
Papá nunca me había tratado de esta manera, las pocas veces que cometía algún error solía comprenderlo ¿Por qué esta vez era diferente?

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora