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Lo más difícil de haber escapado, fue el tener que adaptarme a una vida completamente diferente. Todo me resultaba tan distinto que en ocasiones se llegaba a sentir como si no estuviese en mi cuerpo justo como si me hubiese robado un vida ajena.

Tres días llevábamos habitando una pequeña casa a las orillas del pueblo de Hawkins. Al parecer, para Peter no había ninguna acción imposible, ya que fue el encargado de hallar una casa deshabitada. Para ser sincera, no tenía información suficiente de como consiguió ser el propietario de esta sin levantar sospechas, puesto que el pueblo era muy pequeño y,evidentemente, tarde que temprano las levantaríamos.

Peter me había otorgado una serie de instrucciones sobre lo que debía de comentar en llegado caso que la gente me llegase a interrogar, en vista que éramos como dos bichos en la comunidad; los cuales no podían pasar desapercibidos por no haber sido conocidos con años de anticipación. Lo primero que debía de hacer era decir que éramos una pareja que se había animado a experimentar un nuevo entorno. Segundo, tenía que evitar a toda costa cualquier detalle sobre mi pasado, lo cual implicaba no mencionar nada de mi infancia u adolescencia. Según Peter, con lo recién mencionado sería suficiente para suspender la curiosidad de las personas.

Al principio me sentí muy atemorizada, pero comprendí que las personas no era algo de lo cual debía de espantarme, debido que Peter me dijo que ellos debían temer de mí y no yo de ellos.

–¿Quieres venir conmigo?–Peter apareció en el umbral de la puerta.

Levanté la mirada para verlo directamente a los ojos.

–¿En verdad me estás invitando a acompañarte? –me senté sobre mis rodillas.

–Sí, te has portado bien en estos días que has tenido contacto con los vecinos. –asintió con la cabeza.

–¡Sí! –Me coloqué de pie para correr a enroscar mis brazos alrededor de su cuello.

Nuestro pequeño abrazo no duró más que unos cuantos segundo porque él retiró de mis brazos. Sin embargo, esto no me importó. Yo sabía que Peter me quería, solo no le gustaba que yo fuese cariñosa.

–Ponte los pantalones que te conseguí con alguna de mis playeras. Iremos a comprarte algo de ropa.–Salió de la habitación para que pudiese vestirme.

Peter me hacía sentir bonito, era un sentimiento que nunca quisiese perder. Además, me encantaba pasar tiempo con él porque con cada minuto que transcurría a su lado eran como cosquillas en mi estómago.

Una vez que ya me había vestido con lo que Peter me indicó, salí de la habitación en busca de su figura. Mis ojos vagaban por el corredor al mismo tiempo que buscaba una señal de quien decía ser mi novio.

–¿Estas lista?–me preguntó a pesar de que no me estaba viendo.

Seguí su voz para poder encontrarlo y, finalmente lo vi, sentado en una de las sillas del comedor.

–Sí ¿Cómo lo adivinaste?

Mis mirada se posó en cada una de sus acciones: cuando se puso de pie en el momento que le respondí, cuando agarró las llaves de la casa e incluso cuando se aproximó a mí para sujetar de mi muñeca.

–Puedo verlo todo.–me guiñó un ojo.

–¿En donde iremos a comprar ropa? ¿En el pueblo hay tiendas?

–Claro que existen las tiendas, cinco.–se rio a causa de mi inexperiencia.

–Nunca había experimentado este tipo de situaciones.–comenté mientras salíamos del hogar.

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora