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–¿A dónde fuiste anoche?

La pregunta me tomó de sorpresa haciendo que mi cuerpo se tensionara y, al mismo tiempo, apreté tan fuerte de mi quijada que temí por unos segundos por mi dentadura.

–¿De qué hablas? Tres, no fui a ningún lado. –Negué con la cabeza tratando de esquivar su pregunta.

–Once me aseguró que te vio salir de la habitación.–Se cruzó de brazos en espera de una explicación razonable.

–¿Ya no puedo tener privacidad? Necesitaba ir al baño.–Rodeé los ojos.

–¿Estas segura? Ella insistió en que tardaste en volver.

–¿Dudas de mí? Once es una chiflada, además ya estoy muy grandecita como para estar diciéndote con lujo de detalle lo que hago o no.

Me di la vuelta para darle la espalda, no estaba dispuesta a discutir por algo que no le concernía.

–Sabes que papá no nos permite dejar la habitación, si te cuestiono es porque me inquieta un poco lo que te pueda suceder. No te vayas a enfadar con once, ella solo se preocupa por ti.–susurró para evitar que terceros escuchasen de nuestra conversación.

–Tres, no tienes nada de que preocuparte. Te aseguro que no fue nada, todo se trata de un malentendido.–Me di la vuelta para establecer contacto visual.

–¡Cinco!

Me sobresalté al escuchar el estruendo de las puertas de la sala del arcoíris, estas fueron abiertas de golpe ocasionando que todos voltearan a ver a la persona que gritaba mi nombre, papá. Tragué saliva en cuanto lo vi caminar con su postura rígida hacia mí.

–Ven, tenemos que hablar.–Tiró de mi muñeca derecha.

Su jaloneo hizo que me levantase de un brinco. Cuando papá comenzó a sacarme del lugar, volteé a ver a mi hermana quien se limitó a encogerse de hombros. Antes de salir, le eché un vistazo a Peter quien tenía una expresión preocupada en su faz.

Estaba jodida ¿Verdad? Me habían cachado y, por ende, me encontraba en serios problemas.

No intenté reforzarme a ser llevada a donde quiera que nos estábamos dirigiendo. Sin embargo, aún así papá me jaló haciendo uso de una gran intensidad y, la única manera en la que se detuvo, fue cuando llegamos al salón donde se realizaban sesiones individuales.

–¿Qué sucede?–pregunté.

En cuanto papá abrió la puerta, me empujó dentro de la habitación haciendo inevitable que me tropezase un poco, pero pude evitar caerme al suelo.

A pesar de que ya había soltado de mi muñeca, podía sentir algunas punzadas alrededor de esta. Probablemente, en algunos días se formarían marcas moradas debido a la fuerza con la que me sujetó.

–Estas consciente de que ninguno de ustedes tiene autorización de salir sin mi permiso de sus recámaras ¿Cierto?–Colocó sus manos sobre la mesa que se encontraba en el lugar.

Afirmé con un asentimiento de cabeza. Traté de aparentar estar despreocupada, pero por dentro me moría de nervios.

–¿Por qué me desobedeciste?–Golpeó la mesa con ambas manos.

Me estremecí por el impacto, mi plan de lucir tranquila no estaba dando resultados.

–Tenía que ir al baño.–Bajé la mirada para evitar el contacto visual.

Sabía que él no tenía ninguna prueba física de mí yendo hacia otro lugar, puesto que Peter se había encargado de alterar las grabaciones, pero por alguna no tan extraña razón me habían descubierto.

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora