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–¡Mira este!–jalé de su mano en dirección a la vitrina que exponía un vestido color crema.

–¿Lo quieres? –me miró a los ojos.

Lo miré para asentir con la cabeza, luego volví a colocar la vista en la vitrina.

–Vamos a que te lo pruebes.–señaló con un movimiento de cabeza.

Nos adentramos al pequeño local donde vendían ropa femenina haciendo que la campanilla de la entrada sonase. Tras esto, apreció una señora de edad avanzada para atendernos con una enorme sonrisa.

Mi emoción se esfumó en cuanto la vi, ya que no pude evitar acordarme del señor que Peter había asfixiado. Al parecer, este se dio cuenta de mi pensamiento, ya que decidió tomar la iniciativa.

–Buenas tardes, mi dulce novia desearía probarse el vestido de la vitrina.–Comentó en un relajante tono de voz al mismo tiempo que me envolvió entre sus brazos.

Peter me estaba abrazando, pero ¿Por qué me abrazaba si no le gustaba las muestras de cariño?

–¡Claro! ¿Qué talla es señorita?–La señora caminó hacia el lugar donde se encontraban una gran variedad de vestidos colgados.

–yo...yo..–tartamudeé–no lo sé.

Peter intensificó nuestro abrazo, en ese momento quería comentarle que la presión ejercida comenzaba a molestarme, pero no quería que se enfadase y,por ende, no deseara volver a abrazarme.

–¿No lo sabe?–la señora me miró confundida al mismo tiempo que me recorría de pies a cabeza con la mirada.

–Lo qué sucede es que hace poco perdió algo de peso. Desde que nos mudamos al pueblo optamos por ser más saludables y, por lo tanto, nos dedicamos a caminar para evitar el uso del coche.–Peter explicó o mejor dicho, se excusó.

–¡Lo olvidaba! Había escuchado el rumor de una pareja nueva. Es un placer tenerlos en mi tienda. –se acercó para ofrecernos un estrechamiento de manos.

De esa manera, peter deshizo de nuestro abrazo para saludarla amablemente. Después, la dulce señora realizó la misma acción conmigo.

–Tal vez van a creer que soy una entrometida, pero ¿No eres muy joven para estar casada?–me analizó de pies a cabeza.

Miré de reojo a Peter, pude ver como apretó de poco en poco su mandíbula. Esa era una clara advertencia de que estaba comenzado a molestarse.

–No, no. Para nada, ambos somos muy felices.  Nos conocemos desde toda la vida.–le sonreí a la empleada.

La señora asintió para regresar a la sección de los vestidos. Cuando estuvo ahí, con su mano derecha movió algunos vestidos en busca de alguno que se adaptase para mí.

–Creo que este te quedará perfecto. Si mi vista no me falla, eres talla chica.–me tendió el vestido en espera de que lo sujetase.

Cuando mis manos tocaron la tela, una voz inesperada se hizo presente provocando que me sobresaltase.

–Muy buena elección de vestido, lucirá muy bonito en ti.

Me di la media vuelta sin soltar la prenda que anteriormente había tocado. La voz desconocida provenía de un joven que aparentaba tener la misma edad que yo. Entonces, fue así como surgió una de mis nuevas dudas, la edad de Peter. Lo había conocido por mucho tiempo, pero nunca había escuchado sobre su información personal, me estaba comenzando a dar cuenta que en realidad no lo conocía como yo imaginaba.

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora