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–Peter...–sollocé.

Este giró a verme con confusión al haberme aparecido en medio de la sala con las lágrimas siendo derramadas.

–¿Te duele algo? –preguntó sin ponerse de pie.

–Creo que me estoy enfermando. –intenté limpiar de las lágrimas que se deslizaban por mi rostro, ya que estas no me dejaban ver con claridad.

–¿Qué sucede? –se puso de pie para acercarse a donde me encontraba.

–Intenté usar mis poderes, pero no pude. –llevé las manos a mi cabello de la desesperación.

–¿Estas segura de lo que me estás diciendo? –me preguntó con ambas manos colocadas en mis hombros.

Asentí sin dejar de llorar.

–No tienes por qué ponerte así, de seguro estas teniendo un bloqueo mental a causa del estrés. Ya verás que este se te pasará. –rozó mi mejilla con las yemas de sus dedos.

–¿Cómo lo sabes? ¿Ya te ha sucedido? –cuestioné con una pizca de esperanza.

Mi ilusión se esfumó en cuanto lo vi sacudir su cabeza en forma de negación.

–Solo lo sé. No hay manera de que pierdas tus poderes, cinco. –se encogió de hombros.

–Es que te lo juro que ya traté hasta la más sencilla cosa y no pude ¡No pude aplastar la lata de refresco con la mente! Papá siempre dijo que ese era el procedimiento más fácil y ni eso puedo hacer. –lloriqueé.

–Ven aquí. –extendió sus brazos para indicarme que lo abrazase.

No lo pensé dos veces y me hundí en su dulce aroma. Peter pasó su mano por todo mi cabello en lo que esperaba que me tranquilizase un poco.

–Cinco, no necesitas de tus poderes cuando me tienes a tu lado. –mencionó sin dejar de acariciar mi cabello.

–¿Cómo se supone que me vengue? No puedo dejar que hagas el trabajo tu solo. –hipé.

–Escúchame bien ¿Sí?

Asentí con la cabeza

–Hasta ahorita no has ocupado de ellos para una verdadera situación de peligro. Yo me puedo encargar de matar a los que sean necesario para que tú no lo hagas.

–¿En verdad harías eso por mí? –lo miré a los ojos en busca de su sinceridad.

–Cinco, por ti haría hasta lo imposible.

Entonces, me besó. Peter había hecho que dejase de preocuparme por algo que probablemente sea temporal. Ahora lo importante era que en verdad había estado disfrutando los momentos que hemos pasado juntos durante las últimas semanas.

No tengo la cantidad exacta de los días que han transcurrido desde que nos liberamos del laboratorio, pero algo dentro de mí me aseguraba que íbamos a cursar la tercera semana juntos; las mejores tres semanas de mi vida.

–¿Quieres que vayamos a dar un paseo? –depositó un dulce beso en mi cabeza antes de mirarme a los ojos.

–¿Deberíamos? No quiero que nos expongamos. –respondí algo dudosa.

–No tienes de que preocuparte, me he hecho de algunos amigos en el pueblo. Además, si se acostumbran a verte sin mí creerán que te hice algo. –se encogió de hombros.

En eso tenía razón, desde que dejamos nuestra antigua casa no había vuelto a ser vista por aquellos rumbos.

–Está bien, vamos.

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora