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–Cinco ¡Tienes que reaccionar! –papá me gritó intentando sacarme de mi trance.

–Ya no le vas a decir que hacer.–Henry lo aventó contra el bote de basura con el uso de sus poderes.

La cabeza seguía dándome vueltas al grado de comenzar a sentir una constante palpitación a los costados de esta.

–Cinco, Henry te llevó a base de manipulaciones. No puedes estar a su lado.–gimió sin poder ponerse de pie.

Me sorprendía que a pesar de tantos golpeteos, papá seguía intentando acercarse a mí.

–Y tú la engañaste durante toda su vida ¿Cuál es la diferencia?–Henry le apuntó con su dedo índice.

–¡Qué tú finges quererla! ¡Tú no puedes desarrollar sentimientos hacia alguien!–papá lo enfrentó.

–¿Por qué cinco?–ignoré la discusión de los presentes para terminar con una de las más grandes curiosidades que me había estado martirizando.

–¿Qué?–ambos cuestionaron al unísono.

–Los números de tus pacientes no tienen lógica.–relamí de mis labios antes de continuar–Tres tiene menos edad que yo, pero su número es primero que el mío.

Henry y papá se miraron al mismo tiempo antes de volver a colocar la vista sobre mí.

–Toda mi vida me pregunté el porqué no había un orden cronológico. Al parecer, Henry es el único que coincide con su número.–rasqué levemente la parte trasera de mi cabeza.

–No quieres saberlo...–papá afirmó algo que no era realidad.

–Sí, si quiero saberlo.–asentí con la cabeza.–Anhelo descubrir la razón por la que se me dio un número en vez de un nombre común.

–Está es mi parte favorita, este es el momento cuando se pone en tu contra.–Henry mostró de su perfecta dentadura ocasionando que mi padre apretase la quijada.

Me dediqué a mirar a papá impacientemente en espera de una respuesta que me hiciese terminar con esto por una vez por todas.

–Cinco es el número del día en que naciste.–papá explicó con la cabeza casi baja.

–Y del día en que asesinaron a tu madre.–Henry terminó de completar la información.

–¿Podrías dejar de entrometerte?–papá le gritó.

–Lo haré cuando dejes de contarle las cosas a medias.–se burló cruzándose de brazos.

–Cinco, todo lo hice fue por tu bien.–papá comenzó a hablar, pero no lo dejé terminar.

–¡Ya estoy harta de esa frase! ¿Por qué todo lo que hacen para mi bienestar tiene que perjudicar a terceros?–estallé.

–Porque mientras tú tengas vida, habrá alguien que sufra las consecuencias de tus actos.–Henry se acercó a mí.

–¡Déjala!–papá gruñó–Cinco, yo sé que no vas a creerme, pero Henry no puede quererte. Eso también es parte de su plan.–papá trató de ponerme a su lado.

Sin embargo, yo me encontraba bloqueada por un mar de sentimientos. No sabía con certeza quien era menos peor que el otro.

–Te equivocas, sí puedo desarrollar sentimientos hacia alguien, pero no debo de hacerlo. –Henry se localizó detrás de mí para sostenerme por los hombros.

–¿Por qué? ¿Por qué no debes de hacerlo?–musité sin atreverme a darme la media vuelta para enfrentarlo.

–Porque de alguna manera, esa persona estuviera poniéndole un control a mi vida.–susurró en mi oído.

–Entonces ¿Lo nuestro fue real?–me armé de valor para poder girarme a observar de su rostro.

Henry colocó ambas manos en mi cintura sin dejar de verme a los ojos. Por otro lado, a lo lejos, podría escuchar de manera inaudible como mi padre murmuraba un par de cosas que no pude entender por estar perdida en el sonido de los truenos que se hicieron presentes cuando establecí contacto visual con Henry Creel.

–Una parte, una parte de mí terminó clavándose contigo.–acercó su nariz a mi cuello para aspirar mi aroma.

No pude esquivar los escalofríos que recorrieron todo mi ser luego que Henry Creel depositara un beso en mi cuello.

–¡Cinco! ¡Maldita sea! ¡Reacciona!–papá vociferó.

Miré sobre mi hombro para presenciar como mi padre probaba ponerse de pie, pero se le imposibilitaba lograrlo por el dolor que había desarrollado por tanto golpe que recibió de Henry.

–Cariño, nunca dejaste de ser la favorita de tu papá.–Henry acarició me mejilla ocasionando que mis ojos se cerraran ante su dulce tacto–Por esa razón, eres la parte más fundamental de mi venganza.

Abrí los ojos de golpe.

–Henry, te lo suplico. Hazme lo que quieras, pero déjala ir.–mi padre se dio golpes de pecho para que se enfocase en él.

–¿Sabes cómo es la manera perfecta para dañar a alguien?–susurró entre mis labios.

–No...–murmuré sin dejar de observar su rostro.

–Se hace con el objeto más apreciado de la persona. En este caso, eres tú.–unió nuestros labios.

Henry me besaba con una desesperación que pareciese como si no hubiese otra oportunidad de probar de mis labios. Sus manos estaban firmemente colocadas en mi cintura provocando que nuestros cuerpos se juntasen mientras que mis manos rodeaban de su cuello. Por otro lado, mi padre contemplaba la escena en un mar de lágrimas.

En cuanto Henry terminó de besarme, juntó de nuestras frentes.

–Te quiero cinco, te quiero como nunca podré querer a nadie.–confesó.

–También te quiero Henry.–le correspondí.

En ese momento estaba tan cegada que no me importaba el hecho que me había engañado.

–Sin embargo, no puedo permitirme querer a alguien.–retiró su frente de la mía–Por ese motivo, no podemos estar juntos.

–¿Qué?–cuestioné con mi apariencia reflejando el desconcierto que estaba viviendo.

–No puedo tener una relación contigo porque no voy a dejar que alguien intervenga en mis acciones.–se encogió de hombros– y, si no estás conmigo, no estarás con nadie.

Parpadeé un par de veces mientras intenté terminar de procesar la ocasión.

–No estoy entendiendo.–me sinceré.

–Henry, por favor...–papá sollozó.

Los truenos se intensificaron en el momento que Henry presenció a mi padre suplicando por mi liberación.

–¿Lo ves? Tú eres su perdición.–Henry me guiñó un ojo antes de juntar rápidamente nuestros labios en un pico–Por lo tanto, tengo que matarte.

Ni si quiera me dio tiempo de asimilar  lo que me había comentado, ya que mis pies se despegaron de la tierra.

Un ventarrón se hizo presente al mismo tiempo que mi cuerpo era elevado por los poderes de Henry.

–Esto es lo mejor para ambos, incluso lo es para el pueblo.–me dedicó una de sus tantas sonrisas malévolas.

–Henry...–balbuceé su nombre en cuanto el aire comenzó a hacer falta en mis pulmones.

–Te quiero cinco.

Esas fueron las últimas palabras que escuché antes de que Henry Creel terminase con mi vida.

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora