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Me encontraba mirando a un punto fijo de la recámara mientras mis piernas colgaban de la orilla de la cama. En mi cabeza había una constante repetición de las escenas del día anterior, parecía como si se tratase de alguna cinta dañada, en vista de que se reproducían una, tras otra y otra vez.

Flashback

–¡Vamos once!–Número siete coreó en apoyo de mi contrincante.

Las lágrimas comenzaron a nublarme la vista, me sentía humillada.

–¿No es suficiente? Se ven exhaustas.–Peter intentó intervenir, pero papá lo hizo callar con un ademán de manos.

Papá nos miraba atentamente con la mano derecha en su barbilla mientras que once y yo estábamos sentadas una frente a la otra siendo divididas por una mesa que contenía dos pares iguales de rompecabezas, pero las piezas de estos estaban dispersas haciendo que la misión de tener que armarlo mediante el uso de la telequinesis, se complicase.

La sangre comenzó a deslizarse de mis fosas nasales, me sentía débil y extenuada. No estaba dispuesta a volver a perder contra una niña, pero ya no sabía de donde sacar la energía suficiente para seguir en el combate.

¿Cómo se suponía que armase un rompecabezas de mil piezas las cuales se encontraban revueltas con otras mil piezas en menos de cinco minutos?

Sin que fuese mi intención, las emociones negativas comenzaron a apoderarse de mí y entonces sucedió, exploté.

–¡Agh!–Grité soltando el aire que había estado conteniendo en los últimos treinta segundos.

Mi grito fue tan estruendoso que ocasionó unas severas grietas en los vidrios de la habitación. Papá me miraba con los brazos cruzados mientras chasqueaba la lengua y negaba con la cabeza en desaprobación.

–Mi teoría ha sido confirmada, ya no eres la más poderosa del lugar.

Mientras jadeaba de la desesperación levanté la cabeza para echarle un vistazo nada apropiado, estaba consciente que en mi rostro se reflejaba la irritación que había estado conteniendo en los últimos días.

–Vamos once, tenemos cosas en la cuales que trabajar.– Papá le extendió su mano.

Mi hermana menor me miró de reojo antes de aceptar el contacto de la mano extendida frente a ella, después de haber entrelazado su mano con la de nuestro padre, caminaron hacia la salida del lugar.

Fin del flashback

–Entonces ¿Qué dices?–Preguntó número tres.

Me había sumergido en el recuerdo del día anterior que no le había prestado atención a lo que me había estado planteando.

–Está bien.–Me encogí de hombros sin saber que era lo que estaba aceptando.

Me percaté de que había sido una mala idea en el momento en el que se movió a un costado para dejar de proteger al pequeño cuerpo de once.

–Creí que te ibas a negar por lo que sucedió ayer. Vamos once, acomódate donde quieras.

¿Dónde quieras? Solo quedaba una cama disponible, pero a todo esto ¿Qué hacía en nuestra habitación?

–Gracias.–susurró la castaña mientras se acercaba la única cama disponible.

–¿No te vas a cambiar?–Tres me miró de pies a cabeza.

Hoy no estaba llevando la bata que estábamos obligados a portar. Dado que hoy era un día especial, había manchado mi uniforme haciendo que no me quedase otra opción que usar nuestra segunda opción de atuendo: unos pants grises con una sudadera del mismo color.

Despise | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora