Capítulo 4.

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Eran mediados de octubre. La lluvia caía sobre el castillo golpeando las ventanas y generando humedad y olor a tierra mojada. Para todos, ver caer la lluvia y el sonido que hacía resultaba relajante, algo que hacía falta con los TIMOs estando tan cerca. Para todos, menos para Hermione Granger.

La pobre castaña se había pasado todo el día en la Biblioteca, estudiando todos los libros de encantamientos que había. No por los TIMOs, sino para encontrar una solución a su problema. Era bien sabido que a nadie le convenía desafiar a Pansy Parkinson. Si ella se decidía a algo, lo haría sin que nadie pudiera hacer nada para detenerla. Tenía que encontrar una manera de recuperar la carta y esta vez asegurarse de destruirla hasta que no queden ni las cenizas. Pero por más que buscaba y buscaba, no encontraba nada.

¿Qué podía hacer? No le podía decir a sus amigos, Ron enloquecería cuando leyera el contenido de esa carta, ella tendría que huir hasta el fin del mundo para que no la matara. Y si le decía a Harry, corría el riesgo de empezar la Tercera Guerra Mágica cuando apenas iban por la Segunda, ya que Harry podía ser muy agresivo cuando alguien la acosaba y esa sería la excusa perfecta para que él pudiera lanzarle un Avada Kedavra a Pansy; no tenía caso que Harry se metiera en problemas por ella.

Decirle a un maestro sonaba como lo más sensato, pero... 

Hermione desvió la mirada hacia las ventanas y miró la lluvia caer. No recordaba la última vez que alguien hubiera acusado a Pansy con un maestro y hubiera terminado bien. Ernie Macmillan tuvo que pasarse dos días en la Enfermería por un maleficio que le lanzó la Slytherin luego de que él la acusara por robarle sus libros. Katie Bell terminó con un brazo roto en un partido de quidditch luego de que ella acusara a Pansy de espiar a los Gryffindor para conocer sus tácticas. 

Si Hermione acusaba a Pansy, podía darse por muerta. La carta se haría pública y ella tendría que huir de la furia de Ron. De todos los Weasley, probablemente. 

Por donde lo viera, no tenía escapatoria. Pero siguió repasando posibles soluciones a su problema mientras caminaba hacia la clase de Pociones. Tenía la vista clavada en un libro de contrahechizos cuando Snape le quitó el libro.

-Nada de libros de encantamientos en mi clase, Granger-dijo con su habitual voz fría y arrastrando las palabras-. Cinco puntos menos para Gryffindor por estar distraída.

Snape no estaba tan equivocado esta vez. Hermione no podía pensar en otra cosa que no fuera en la carta y la amenaza de Pansy.

-Hoy repasaremos el filtro de paz-dijo Snape a toda la clase-. Como ya saben, pronto tendrán sus TIMOs así que les sugiero que presten atención en esta clase si quieren aprobar. Aunque hay algunos-esbozó una mueca burlona mientras veía a Harry y a Neville-, que quizás deberían considerar no presentarse al examen si no quieren hacer estallar la escuela en pedazos.

Harry apretó los puños. Snape lo odiaba y él odiaba a Snape. Pero no había nada que el azabache pudiera hacer contra Snape a menos que quisiera que lo expulsaran. Y entre aguantar a Snape o a los Dursley, prefería a Snape.

-Muy bien, todos pónganse en parejas-dijo Snape mientras repartía el material que necesitarían-. Potter, tú con Weasley. Longbottom, tú irás con Finnigan, y por favor traten de no quemar el salón-ambos chicos se sonrojaron un poco-. Granger, tú con Greengrass.

Hermione suspiró aliviada. Tenía miedo de que la pusieran con Pansy, pero conocía a Astoria y no era tan mala como el resto de los Slytherin, a pesar de ser amiga de Pansy. La castaña se sentó junto a Astoria.

Mientras echaban los ingredientes al caldero, Hermione notó que Astoria se veía pálida y un poco enferma. 

-¿Estás bien?

-Déjame, estoy bien, no tengo nada-se apresuró a decir Astoria mientras echaba la mandrágora cocida y revolvía.

Hermione se dio cuenta de que era mentira. No pudo evitar sentir pena por Astoria.

-Dime que pasa. Vamos, tú y yo no nos llevamos tan mal, si necesitas hablar...

-Ya te dije que estoy bien-dijo Astoria en tono golpeado mientras seguía revolviendo, cada vez con más fuerza.

-Bueno.

Ambas se quedaron calladas por unos minutos. Finalmente, Astoria suspiró y empezó a hablar.

-No hay manera de que apruebe el TIMO de Pociones con un Extraordinario, y cuando mi madre se entere, me va a desollar viva. Que sea sanadora es su más grande sueño, pero por más que me esfuerzo no logro  aprobar con algo más que un Aceptable en la materia.

Hermione la miró con compasión.

-Lo siento, Astoria.

-¿Por qué? Tú no tienes la culpa de que sea una inútil.

-No digas eso-dijo Hermione-. No todos somos buenos o malos para todo. Tu madre debería estar orgullosa de la Astoria que tiene, no de la que desearía tener.

Astoria se quedó sorprendida de ver a Hermione, una Gryffindor enemiga de su mejor amiga, dándole ánimos. Sonrió.

-Gracias, Hermione. Ojalá mi madre pensara igual que tú.

-¿Y qué vas a hacer para solucionarlo?

-Bueno, Pansy ya se está encargando de eso.

Hermione la miró extrañada.

-¿Pansy?-preguntó mientras agarraba más mandrágora cocida-¿Qué puede hacer ella para arreglar tu desastre?

-No lo sé-dijo Astoria encogiéndose de hombros-. Sólo me dijo que tenía algo que ver contigo...

Alguien que hubiera ido pasando por las mazmorras en ese momento hubiera jurado que había explotado una bomba. Un humo naranja cubrió el salón de Pociones y los estudiantes se cubrían la nariz mientras buscaban refugio abajo de las mesas. El profesor Snape, enojado, miró de inmediato hacia las mesas de Neville y Harry. Pero al revisar sus pociones, notó que aunque no estaban bien hechas, tampoco habían sido las responsables de la explosión. Entonces volteo hacia la mesa de Hermione.

-Quien lo diría...

Snape, lejos de enojarse, esbozó una sonrisa victoriosa. Llevaba cinco años esperando que la castaña cometiera un error.

-¿Qué pasó? ¿La sabelotodo insufrible no es capaz de preparar un sencillo filtro de paz?-preguntó en tono burlón mientras Hermione y Astoria recogían sus cosas-. Déjame adivinar, echaste más mandrágora cocida de la que debías, ¿no?

-Lo siento profesor-dijo Hermione mientras intentaba arreglarse el cabello.

-Diez puntos menos para Gryffindor por su ineptitud-sentenció Snape-. Y la próxima vez que haga estallar su caldero, me aseguraré de que no vuelva a entrar a mi clase, ¿está claro?

-Sí, profesor.

-Muy bien, pueden irse.

Hermione seguía en shock por lo que Astoria le había dicho. ¿Quería decir eso que Astoria ya sabía lo de la carta? Si ella lo sabía, Millicent también. Y luego lo sabría Malfoy, y después sus gorilas, Crabbe y Goyle, y luego todo Slytherin, luego todo el colegio...

Sentía que se iba a morir en ese momento. Si Pansy ya había divulgado el secreto de la carta, Ron no tardaría en enterarse, si no es que ya lo había hecho, y ella estaba condenada. No tuvo el valor para ir hacia la sala común de Gryffindor y en su lugar, como faltaba una hora para las siete, se dirigió hacia el campo de entrenamiento. 

Estuvo ahí paseando de un lugar a otro, muy asustada y retorciéndose las manos con nerviosismo. 

-Que puntual eres, sangre sucia.

Hermione sintió que su fin había llegado. Lentamente, se dio la vuelta para encontrarse con Pansy, quien aún esbozaba una sonrisa de triunfo como la de ayer.

-Bueno-dijo Hermione disimulando más valor del que realmente sentía en ese momento-. Aquí estoy.

Pansy sacó la carta y miró a Hermione de forma burlona.

-Entonces... ¿te gusta Weasley? 

Por accidente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora