Capítulo cuatro: C'est L'amour!

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El segundo día tras mi llegada a Isla Kyushu, hice el desayuno para mi papá y poco después lo despedí en la puerta.

Él debía ir a una conferencia en Tokyo, así que tendría la casa para mí sola. No me molestaba en realidad. Siempre mantenía presente que era un hombre muy ocupado y ya estaba al tanto de su agenda en esos días.

No habíamos hablado mucho el día anterior puesto que no somos del tipo conversador, o al menos, no entre nosotros.

Sé que siempre tuvimos mucho que decirnos, pero nunca encontrábamos ni el valor o la comodidad para hacerlo.

Años y años en los que él se entregó al trabajo mientras que yo crecía y me sumía en mi vida de estudiante fue algo que nos distanció —al igual que sucedió con mi mamá—, pero no hasta el punto de ser unos extraños bajo el mismo techo. Nos queríamos y eso no ha cambiado. Creo que es lo más importante a pesar de nuestra rara forma de ser.

Suspiré frotándome la sien izquierda. Me dolía un poco la cabeza. En realidad no había dormido pensando en el papelito de tonta que hice el día —o casi noche— anterior.

Porque claro, como toda una niñata me apresuré a pagar por mi compra para enseguida huir del establecimiento sin antes poder cruzar palabra, o una mirada siquiera, con Hawks.

Me dejé caer de espaldas sobre el alargado sofá. Fijé la mirada en las aspas marrones del abanico de techo antes de abandonarme ante el sentimiento de derrota.

No había librado una batalla y ya daba por perdida una guerra que nunca sucedería, pues claro estaba que era una cobarde si de el héroe de las alas rojas se trataba.

Me convencí de despejar mi mente, ¿y qué mejor que ocupándome en algo productivo?

Con lo anterior en mente, me puse de pie y miré a mi alrededor. Mis pulmones por poco se quedaron sin aire cuando exhalé después de un eterno suspiro.

Ya había visto la cocina donde parecía que un tornado hubiese arrasado con todo, pero si me centraba en el salón de estar y también los pasillos... No tenía nombre para dicha catástrofe.

Mi papá siempre ha sido un hombre honesto y muy trabajador que posee muchísimas virtudes, pero el orden y la limpieza no se encuentran listadas entre sus fortalezas y cualidades.

—Bien... —murmuré parada en medio del salón de estar.

El juego de muebles en forma de ele en color marrón, la mesa de cristal en el centro; las estanterías de madera rojiza, incluso los cuadros, todo necesitaba una buena limpieza. Poco me faltaba para comenzar a estornudar debido a la acumulación de polvo.

Antes que nada fui a mi habitación y cogí mi parlante portátil SONY. Algo de música vendría bien para amenizar mi tiempo en modo señora obsesa de la limpieza.

«Shut Up And Dance With Me» de Walk The Moon fue el primer tema en aleatorio.

Aunque mi señora interna saliese a relucir, mi joven externa demandaba un baile con la escoba o con el plumero.

Creo que está de más decir que me quedé en casa durante los siguientes tres días, hasta que todo hubo de quedar impecable y en el lugar correcto.

Al cuarto día me maquillé ligeramente, me puse unos vaqueros negros, una camisa blanca y un abrigo ligero de color caqui al igual que mis botitas de piel con tacón cuadrado. Me recogí el cabello en un desordenado moño. Cogí mi bolso de tono carbón de correa larga y me aventuré a vagar por las calles que solía recorrer cuando era niña.

Suspiré con nostalgia recordando mis días solitarios después de la escuela, y todo porque mis papás que siempre se lo pasaban trabajando nunca estaban en casa sino hasta tarde. Fue peor cuando se divorciaron. Ya ni siquiera habían cenas en familia.

CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora