Capítulo catorce: ¡Es suficiente!

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Dos meses después del accidente en las vías del tren, me encontraba volando desde Boston a casa.

Me causaba pesar el haber perdido el semestre anterior debido a mi coma, pero pude regresar el siguiente periodo sin problema alguno.

En esa ocasión, mis amigos me recibieron con una reunión íntima que me esperaba tras abrir las puertas del dormitorio.

Desde luego, la fiesta se realizó en un bar cercano. Asistí a escondidas de mis padres. Claro que no me dejarían ir a ninguno de esos sitios que catalogaban como vulgares e impuros. Ay... mis padres.

Por lo menos, tenía el consuelo de que aceptaban a mis nuevos amigos. Claro, notaron que su cariño era sincero y que incluso estuvieron para mí cuando me encontraba hospitalizada.

Llegué al aeropuerto local y pedí taxi con destino a casa de mi madre.

Mientras iba por la autopista, me puse a revisar las novedades en el mundo del heroísmo en la pantalla de mi iPad. Había varios artículos increíbles e interesantes acerca del héroe número tres. Hawks, de quien no recibí ni una sola llamada o mensaje tras mi despertar en el hospital de Japón.

Después de dos meses de silencio por su parte, ya me había dado por entendida de que él, gracias a su sentimiento de culpa, ya no volvería a buscarme.

Me dolía como nunca nada me hubo de doler en la vida, el haberlo perdido cuando más lo amaba. Y sin importar esas punzadas que atravesaban mi corazón haciendo doler cada sitio recóndito en mi ser, no me arrepentía de nada.

Aunque claro, en muchas ocasiones me dije, que de no haber regresado a Kyushu quizá nunca hubiera tenido ese romance con mi amor de toda la vida, y que dolería menos que todo se quedara en la zona de lo platónico, a que se convirtiera en algo real que constantemente me mantenía pensando en el bendito «¿QUÉ HABRÍA PASADO SI...».

Odiaba cómo había terminado todo, y me odiaba a mí misma por privarme de un desahogo que necesitaba.

Había escuchado que las rupturas eran dolorosas, pero suponía que a mí me dolía mucho más de lo normal porque simplemente no existía culpable; además, mi noviazgo con Keigo fue perfecto.

Nada se debía a que no fuimos compatibles, o al hecho de que cometimos tantos errores que nos condujeron a ponerle un fin a nuestra relación.

No podía ni siquiera atormentarme pensando en cuántas cosas pude hacer diferente, y tampoco tenía el derecho a culparme diciendo que pude dar más o que él pudo dar más. Lo dimos todo. No éramos los responsables de que todo se fuera por la borda.

Pero la culpa por lo sucedido en el incidente de las vías de tren me arrebató a Keigo sin importar nada más.

Las primeras dos semanas lloré hasta quedarme dormida abrazando aquella pluma roja que nunca devolví.

El mero hecho de ver el muñeco versión chibi de Endeavor y mi figura de acción de All Might causaba tornados en mi corazón.

En la oscuridad y el silencio de la noche, me destruía el hecho de que mis llamadas o mensajes de texto nunca obtenían respuesta alguna por parte de Keigo.

A mi mamá se le escapó decirme que él se comunicaba con ella y con papá, ¡Entonces ¿por qué conmigo era distinto?! ¿Por qué me ignoraba?

Desde ese día, no me permití llorar nunca más, y me guardé cada cosa en mi pecho hasta el punto de actuar como si no me pasara nada.

El romance entre Keigo y yo nunca sucedió, y jamás fuimos novios por casi un año antes de mi accidente. O eso era lo que prefería decirme a mí misma cuando me sentía agobiada.

CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora