El señor Jules habría escrito «La vuelta al mundo en diez días» —y no en ochenta—, si Takami Keigo hubiese vivido en su época. (Y si ya estuviese el brote de kosei por aquel entonces, claro está).
La frase que reza: «El tiempo vuela cuando te diviertes», cobró sentido literal durante los días de mi luna de miel.
Porque desde luego, mi alado esposo no se quedaría en la habitación de un precioso castillo en las afueras de París; no. El planeta entero era demasiado pequeño para sus inquietas plumas rojas.
Diez días de luna de miel pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
No hubo sitio de Francia que no visitáramos en tan poco tiempo. Es lo hermoso de tener tu aerolínea personal dispuesta para ti.
Volé en sus brazos hasta distintas partes del mundo. Se trataba de deambular todo el día y regresar a nuestro nido de amor por las noches.
El primer día de luna de miel nos quedamos con algo local. Conocí Gorges du Vernon, el cañón más grande de Europa, y también fuimos a la Dune du Pilat; que es la duna más alta del continente.
En mi mente, Francia se resumía a escenas artísticas siempre sobresaliendo por su riqueza gastronómica; pero ese hermoso país es mucho más que eso. Está lleno de maravillas naturales.
Ese mismo día visitamos una belleza de extensión territorial llamada Papúa Nueva Guinea, en Asia. Después nos desviamos hacia Indonesia; nos quedamos en Bali hasta que cayó la noche, y aún así no tuve suficiente de esos miles y miles de kilómetros cuadrados de arrecife de coral.
Adoré las colinas, los volcanes activos y los blancos picos de las montañas de Nueva Zelanda.
Me enamoré de las tierras boscosas de Tanzania. Fue entretenido admirar los flamencos y también los antílopes; aunque morí de nervios cada vez que nos encontramos con guepardos y leones. A pesar de eso me encantó observar desde lo alto la vida salvaje, y experimenté la misma sensación cuando fuimos a Kenia.
No podría elegir cual de todas esas memorias es mi favorita, pero sí puedo decir que amé cada instante a su lado, cada sonrisa, cada beso y cada palabra compartida. Mucho más, esa tierna confesión que me hizo estando en una de las torres de la catedral de Notre Dame.
—¿Recuerdas que cuando éramos niños, ese día cuando te saqué del río... —murmuró con la mirada soñadora puesta en el cielo estrellado. Estaba inclinado detrás de mí. Mantenía su quijada sobre mi hombro izquierdo mientras que me abrazaba alrededor de la cintura, con los dedos entrelazados con los míos frente a mi estómago—, me dijiste: «Puedes ir, comer, ¡y regresar a tu casa a la velocidad de un rayo!»?
Reí enternecida, rememorando aquel momento.
—Sí —respondí, apretando un poco más sus dedos entre los míos. La noche estaba fresca; eso lo podía sentir a pesar de mi abrigo oscuro.
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CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》
Fanfic[Hawks x Lectora] El primer amor es un hermoso sentimiento que nace en el momento menos esperado, y, que se queda contigo a lo largo de tu vida. Lo pude comprobar cuando lo vi después de tantos años, volando por los cielos con esas rojas y bellas al...