Era notable; el Keigo que volaba por los aires muy sonriente y confiado ya no lucía como aquel niño tímido y retraído que conocí en mis días de primaria.
El sentimiento no solo se debía al obvio hecho de que era un adulto sino, que parecía alguien distinto y lleno de vida. Sus ojos ya no estaban apagados; ahora proyectaban confiabilidad. Y de alguna manera, percibí una encantadora seguridad en sí mismo.
Miré a mi alrededor.
Keigo..., no; Hawks. No solo estaba siendo aclamado por personas mayores y niños, no, no. Las adolescentes y las chicas de mi edad suspiraban (notablemente) por él.
Las féminas ni siquiera disimulaban, e inclusive le preguntaban con quién hablaba por el móvil. Le pedían que no fuese cruel. Que esperaban que no se tratase de una novia secreta porque eso heriría sus sentimientos.
Vaya... ¿novia?
Eso sí que no me lo había planteado. Y no sé porqué. Existían miles de razones para hacerlo. Creo que las ilusiones infundadas en la nada me tenían cegada y sordomuda.
Acababa de regresar a Japón —expresamente a la Isla Kyushu—, con la idea de aprovechar mis vacaciones para pasar un tiempo con mi papá cuya casa se situaba cerca del hogar donde viví los primeros años de mi niñez antes de que se divorciara de mi mamá, mucho tiempo después de que ambos se mudaran conmigo desde America por motivos de trabajo.
Y bueno, no solo deseaba visitar a papá, también tenía la loca y frenética esperanza de encontrarme precisamente con cierto hombre que parecía más una especie de «idol» en lugar de actuar como todo un héroe serio e inalcanzable.
Tal vez recuerdes que te pregunté si creías en el amor a primera vista, porque deseo enfatizar que me enamoré de Keigo cuando era una niña —¡y sorpresa sorpresa!—, continuaba enamorada de él.
Ya está. ¡Lo dije!
Nunca olvidé al niño que sin explicación alguna dejó de visitarme, ése que se marchó sin decir adiós.
Nos volvimos muy cercanos y bastante unidos durante casi un año después de habernos conocido, pero, él simplemente dejó de presentarse frente al cristal de mi ventana.
Me preocupé mucho, y no tuve más elección que romper la promesa que me suplicó mantener, pocos días posteriores a lo que atestigüé, cuando su padre lo pateó estando él boca abajo en el sucio y deteriorado piso de madera: «Promete que nunca regresarás a esa choza, bajo ninguna circunstancia». Me dijo.
No había nadie. Nadie.
Continué yendo a la choza en los meses postreros pero tampoco tuve suerte. Un año después de haberme dado por vencida obligándome a aceptar que mi amigo no regresaría a mi casa nunca más, mi madre me dijo que retornaríamos a nuestro país de origen, y que papá se quedaría trabajando en Japón.
No volví a saber de Keigo hasta que lo vi en un vídeo en internet. Había debutado como héroe profesional.
Seguí cada movimiento, cada logro que se hacía viral saturando los sitios web, hasta que se convirtió en el número tres.
Y, en ese momento de maravilla observando lo presente mientras era envuelta por los dulces recuerdos que había guardado en mi corazón, seguí con la mirada los suaves movimientos de sus alas rojas.
Me sonrojé, cuando en un aparador vi por accidente el gesto que —imagino—, hubo de permanecer en mi cara durante todo ese rato.
¿Pero quién puede culpar a una chica por suspirar y soñar despierta mientras contempla a su amor platónico a la distancia?
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CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》
Fanfic[Hawks x Lectora] El primer amor es un hermoso sentimiento que nace en el momento menos esperado, y, que se queda contigo a lo largo de tu vida. Lo pude comprobar cuando lo vi después de tantos años, volando por los cielos con esas rojas y bellas al...