Epílogo

1.2K 308 43
                                    

Hace dos días fui llevada a una cena de segundo aniversario a mi restaurante favorito.

Kei lucía precioso con su traje formal de color negro en conjunto con camisa blanca y corbata borgoña.

Por mi parte, usaba un vestido de color rojo y un par de zapatos de tacón aguja. Me maquillé ligeramente y dejé mi cabello suelto para lucir las ondas que le había hecho.

Dos años se han ido volando, y no precisamente por culpa de las alas de Keigo.

He sido tan feliz...

Justamente, después de mi elegante cena a su lado, mi padre me llamó al móvil porque deseaba decirme algo «importante». Aquello me intrigó sobremanera. Esperaba que no se tratase de nada malo.

Mi noche romántica se pospuso por algunas horas, dado que mi esposo y yo volamos a casa de mi padre aquí en Japón.

Creí que lo que fuese que tuviera que hablar conmigo sería con mi mamá conectada a una videollamada, pero vaya sorpresa la que me llevé tras encontrarla sentada en el sillón de doble plaza, tomando la mano de papá.

Después de que Keigo y yo tomamos asiento sucedió algo que (aún viendo lo que veía), realmente no me esperaba.

—Hija, tu madre y yo... —mi papá aclaró la garganta—. Dile tú —le pidió a mi mamá.

Me dio la impresión de que ambos estaban ligeramente nerviosos y algo sonrojados, como si fuesen dos críos frente a sus padres.

—Bueno —empezó mi mamá.

Me dijo que antes de que el incidente de las vías del tren sucediera, había volado hasta Japón por motivo de mi cumpleaños y algo más. Ella y papá planeaban darme la noticia de la decisión que juntos tomaron acerca de intentarlo de nuevo.

Por desgracia, el atentado que me condujo a un estado comatoso les robó la oportunidad de darme la noticia que habría hecho tan feliz a esa niña que todavía reside en mi interior, y que ayer me hizo sonreír con ojos cristalizados.

¿Podría ser más afortunada?

Me dijeron, los muy pillos, que habían tenido una relación en secreto durante todo ese tiempo. Agregaron que se reunían cada vez que podían, y que si no me dijeron nada hasta entonces, fue porque acordaron asegurarse de que esta vez todo funcionaría entre ambos, antes de hablar conmigo.

—Y... —murmuró mi papá. Se rascó la nuca apartando la mirada. En verdad parecía un crío enamorado por primera vez—, ayer nos... Ayer nos casamos.

—Fue algo furtivo —añadió mi mamá, cuya sonrisa le iluminaba el rostro.

Mi corazón se estremeció de dicha.

Me puse de pie y los abracé para felicitarles.

No podía creerlo... ¡Y yo que aseguraba que continuaban solteros y que no salían con nadie!

La dicha ha sido tal, que me he mantenido sonriendo sin motivo aparente desde esa noche.

***

Después de un día bastante ocupado con los quehaceres de mi hogar, mi esposo Kei me ha invitado a dar un paseo.

El reloj casi marca las cinco de la tarde pero es un buen momento para salir a caminar de la mano.

Llegamos al parque donde mis padres me traían a jugar cuando era niña. Nos sentamos en los columpios; él en el rojo y yo en el amarillo. Nos mecemos sonriendo como tontos, como dos niños atrapados en el cuerpo de un adulto.

Poco después tomamos un desvío hacia aquel puente donde tuve el accidente que nos hizo conocernos.

Colocamos los codos sobre la baranda en tanto conversamos recordando el hecho.

Mi vestido floral ondea con el viento al igual que mi cárdigan amarillo.

Me quito varios mechones de cabello de la cara antes de girarme hacia Keigo que me recibe en sus brazos.

Tomo entre mis dedos índice y pulgar, la medalla de sol que le obsequié mientras él hace lo mismo con la mía.

—Algún día —murmuro—, no este año y quizá tampoco el siguiente porque aún somos muy jóvenes... —lo miro a los ojos, notando que me da toda su atención—, me gustaría que tuviéramos dos hijos.

Eleva las cejas, un poco sorprendido. Después sonríe enternecido.

—¿Dos hijos? —pregunta, casi con ilusión.

Asiento en respuesta.

—Quiero que mi primer embarazo sea un varón y el segundo una niña.

Ríe ligeramente.

—¿En ese orden?

—Bueno, es lo que espero —respondo risueña—. Aunque no importa. Lo que quiero decir es... que les daremos estas medallas, una a cada uno. Para que se las obsequien a esa persona especial, con quien decidan pasar el resto de su vida.

—¿Puedo preguntar si existe alguna razón?

Sonrío, creo que con cara de idiota enamorada.

—Ninguna —contesto.

Aunque en realidad la respuesta que ha pasado por mi cabeza es otra.

Creo que me gusta la idea, porque sería como una manera de transmitirle por medio de las joyas a nuestros futuros hijos, lo afortunados que Kei y yo fuimos al encontrar nuestro camino de regreso al otro; la intensidad de nuestro amor, y lo hermosa que fue y que ha sido nuestra historia.

Pienso que tal vez podrían ser un tótem para ellos, así como lo es para mi esa pluma roja que nunca devolví, y que conservo en la libreta donde recibí aquel autógrafo en este mismo puente.

Ronronea mirándome con ternura y cierta pizca de complicidad, como si supiera exactamente lo que ha pasado por mi cabeza.

—Mi esposa es una romántica empedernida —dice, mientras me atrae a su pecho para abrazarme con fuerza.

—Cállate —le recrimino riendo a la vez que lo empujo de la clavícula. Un mal intento de parecer indignada o incluso enfadada. Me ha descubierto. Me conoce demasiado bien como para no hacerlo.

—Cuando me diste esta medalla de sol, te dije que eras mi única debilidad —murmura—, y eso no ha cambiado. Lo que nunca añadí, mi amor, es que también eres mi mayor fortaleza.

—Eres tan li...

Mi frase no se ha completado, porque él se ha inclinado a besarme.

Nos cogemos de las manos entrelazando nuestros dedos en tanto continuamos demostrándonos afectos.

Después, cambiamos de posición la cara rozando la punta de la nariz contra la del otro.

—Por el momento no pensemos en heredar el tótem de nuestro amor —me susurra en los labios—. ¿Podríamos solo heredarles la figura de acción de All Might y el muñeco de Endeavor?

—¡No seas así! —le reprocho empujándolo de los hombros con ambas manos.

Reímos juntos.

—Es que, lo siento, pero quisiera que me enterrasen con esta medalla.

—Tampoco exageres —murmuro, tornándome algo seria. Siento que me arden las orejas—. Y no hables de la muerte.

—No pensemos en el mañana —dice tomándome de las manos para volver a entrelazar sus dedos con los míos—. Solo disfrutemos del presente —esboza una leve sonrisa antes de añadir—: Aunque la idea de tener dos hijos contigo en realidad me agrada mucho, eh.

Nos miramos como bobos enamorados; como dos adultos en cuyos ojos todavía se asoman aquellos niños que se conocieron gracias al incidente que ocurrió en este puente, uno, en donde nos prometemos un silencioso «para siempre», muy a pesar de haber concordado vivir el momento.

No sabemos qué nos depara el futuro. Nos amamos y eso es lo más importante, porque, todo lo demás se nos ha sido: concedido.

CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora