Capítulo dos: «Contraseña»

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El día después del incidente del puente, Keigo regresó a mi casa

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El día después del incidente del puente, Keigo regresó a mi casa. Lucía algo cohibido y un poco más retraído que la tarde anterior, antes de comenzar a charlar sobre nuestros héroes favoritos; cosa que nos hizo tratarnos con más confianza por un buen rato, previamente a que se marchara con la promesa de volver.

Usaba la misma ropa que la tarde anterior. Guardó su distancia. Me daba la impresión de que no quería que le viese la cara pues sutilmente apartaba su extremo derecho.

Pensé que se trataba de polvo pegado al sudor de su tez, pero rápidamente me di cuenta de que la mancha en su mejilla era un golpe.

Intenté preguntarle si algo le había sucedido pero me interrumpió pidiéndome disculpas.

Me explicó que accidentalmente había quebrado el recipiente de cristal que le rellené con helado, y, añadió una segunda disculpa debido a que la bolsa de tela blanca que saturé con comida, se había vuelto un harapo con manchas de soda y quién sabe qué otras cosas.

Le dije que no había problema, que le daría un nuevo recipiente y otra bolsa. Que pasara a mi casa y que se quedara jugando conmigo mientras comíamos algo.

Me respondió —cabizbajo—, que ya no podía aceptar mi amabilidad, que estaba avergonzado por no haber cuidado de lo que le confié. Dejó los objetos al pie del portón de mi casa sin darme la oportunidad de decir nada más y se fue volando.

Ese día lo observé hasta que se perdió en el horizonte.

Me tomó más de una semana, pero poco a poco fui recorriendo la trayectoria que calculaba que él había tomado, hasta que llegué a una vieja choza en las afueras de la ciudad.

Intrépida, me escabullí en aquella morada que parecía un basurero.

Keigo estaba intentando reparar algo que dejó a medias porque su padre lo llamó desde la oscura cocina.

—Has ido a la ciudad, ¿verdad?

—No, hace mucho de que no voy —respondió cabizbajo.

—Bien, porque no estoy dispuesto a permitir que me encuentren —enfatizó—. Y olvídate de esa niña que te dio comida. Tu madre y yo no necesitamos que nos traigas migajas. Maldita mocosa rica. ¿Qué se ha creído?, ¡¿que puede darnos de sus sobras?!

—Ella no...

—¡No me repliques! —gritó dándole a Keigo una patada en el estómago.

Me sobresalté, tanto horrorizada como enfadada.

—Lo siento —murmuró contrito, apenas levantándose. Volvió a abrazar contra su pecho al muñeco versión chibi de Endeavor.

—Y nunca vuelvas a traer nada que consigas por ahí —le increpó el tipo—. No tienes ningún derecho a presentarte con una maldita sonrisa en la cara, como si fueses un héroe que nos ha salvado un miserable tiempo de merienda. ¡¿Comprendes?!

CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora