Capítulo dieciocho: En sus brazos

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Era inevitable; los nervios que había experimentado antes de la boda volvían a hacerse notar.

Por mi cabeza no dejaban de rondar tantos posibles escenarios acerca de lo que me aguardaba, que mi inquietud no hacía más que aumentar.

Intentando apaciguar los tormentos de la inseguridad, me aferraba al cuello de Keigo que en sus brazos me cargaba mientras volaba hacia una zona boscosa en las afueras de París.

—Hemos llegado —murmuró deteniendo la marcha. Su aleteo nos mantenía en un solo lugar—. Mira, mi amor. Es nuestro hotel.

Un estremecimiento recorrió mi cuerpo antes de que pudiera voltear hacia la dirección donde sus ojos estaban fijos.

El «hotel» ni siquiera parecía un sitio de hospedaje sino, un hermoso castillo.

Las altas torres que eran bañadas por la luz de la luna bajo un cielo estrellado de ensueño, sobresalían de la espesura de la zona boscosa, en una colina.

—Vaya... —dije, maravillada. La vista por sí sola era increíble.

Sonreí antes de dirigir mi atención hacia Keigo que también sonreía observando el panorama a corta distancia. Después, me miró a los ojos.

—La mera idea de que aún usas esa tiara sosteniendo tu velo, sin olvidar tu lindo vestido —insinuó algo risueño —, me hace pensar que soy una especie de dragón de alas rojas que está a punto de confinarte en una de esas torres.

Reí por su loca ocurrencia, pero eso no ayudó con mis nervios; al contrario.

¿Conque confinarme en la torre, eh? Más bien, yo era la cena del dragón.

Continué riendo en lugar de sucumbir ante la sacudida que recorrió mi cuerpo.

—Tonto —le increpé empujándolo levemente del hombro izquierdo—. Eres demasiado lindo como para ser un dragón.

—¿Ah sí? —murmuró mirándome con fijeza, sin dejar de sonreír.

Asentí, devolviéndole el gesto.

Acercó su rostro al mío llegando a rozar mis labios con los suyos.

Pensé que me besaría, pero en lugar de eso, comenzó a girar conmigo en sus brazos causando que riera con él.

—¡Ya...! —exclamé aferrándome a su cuello.

Volvió a reír retomando el vuelo hasta aterrizar de pie en el balcón de la torre más alta.

—Creo que esto cuenta como una puerta, ¿verdad? —me preguntó, frente a las alargadas cortinas blancas que eran acariciadas por el suave viento.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por la tradición —respondió risueño, mirándome; con el acento de la obviedad—. Debo atravesar una puerta cargándote en los brazos la noche de bodas.

Reí conmovida y agradada.

—Bueno —le acaricié la mejilla—, en realidad no sé si la tradición también aplica para los balcones de los hoteles.

—No importa —dijo sin dejar de verme con afecto—. De todas maneras lo repetiremos cuando regresemos a casa.

Vivir con Keigo: pensar en ello me hacía ilusión.

Si bien era cierto, habíamos acordado que cuando regresáramos a Japón después de la luna de miel, residiríamos en su departamento mientras hacían todos los ajustes de seguridad, y también las remodelaciones que él había mandado a hacer en la casa que compró para nosotros.

CONCEDIDO ━━ [FINALIZADA] 《58》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora