•|CAPÍTULO VI|•

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Anthony Lockwood

Observé cómo los ojos de Dianne se cerraban al mismo tiempo que acercaba la navaja a su pecho. No sabía que esperar de su talento, pero definitivamente no estaba preparado para lo que sucedió segundos después: la chica volvió a abrir los ojos pero esta vez estos estaban blancos, cómo en un bloqueo fantasma.

George se puso en pie de un salto junto con Lucy, cuando ella abrió la boca dispuesta a sorprendernos a todos con lo que dijo:

—Estoy en un bosque.—El hecho de que utilizará la primera persona de aquella manera nos dejó saber que realmente ella estaba sumergida en algún lugar que nosotros éramos incapaces de percibir.—Escucho el sonido de los pájaros y el agua fluyendo, quizás de un río.—Su cabeza se movía como si estuviera contemplando a su alrededor, había una pequeña sonrisa en sus labios que nos alertaba de que estaba disfrutando de lo que veía pero conjuntada con sus ojos, proporcionaba una imagen de lo más tétrica.—Puedo oler el aroma de los àrboles y las plantas. También huelo... ¿pólvora?

De pronto algo pareció sobresaltarla ya que se giró como si estuviera mirando a algo detrás del sofá. Sus ojos siguieron a una figura invisible para nosotros hasta el frente de la sala y luego soltó una suave carcajada.

—Disparos, eso era... Pero no es malo, está de caza.— Aquella aclaración fue lo que necesitaba para confirmar que su talento era verídico, ¿pero como de bueno sería?

—¿Puedes ver más?—La pregunta de Lucy me hizo desear una respuesta quizás más que ella, ¿podría escucharnos desde donde se encontraba?

—Veo a un hombre.—La respuesta fue afirmativa.—Es alto y tiene el cabello castaño. Parece pasarlo bien... ¡Oh, no!—Su exclamación nos hizo retener a todos la respiración.— Él... Vaya...

—¿Qué? ¿Qué ocurre?—Mi pregunta salió más demandante de lo que deseaba.

Dianne se levantó del sofá y caminó hasta donde su mirada se había quedado, en el suelo. Se agachó y contempló atentamente algo que definitivamente solo ella podía ver, incluso alargó la mano para tocarlo. Después, sus ojos se cerraron de nuevo tras lo que pareció una eternidad y volvieron a ser grises, un gris que me contemplaba con una mueca comprensiva.

—Era familiar tuyo, ¿verdad? El hombre— preguntó de forma cautelosa mientras se incorporaba y volvía al sofá, después de dejar la navaja en mis manos con una pequeña sonrisa.

—Mi tío.

—Murió haciendo algo que le gustaba. No sufrió.

—¿Lo has visto morir?—cuestiono George un tanto sorprendido mientras se colocaba las gafas como su tic habitual.

Dianne asintió.— Fueron causas naturales, ¿no?

—Así es —confirmé.— ¿Cómo has sabido que estábamos relacionados?—Aquella incertidumbre me estaba matando.

—Sois muy parecidos, el pelo, los ojos, incluso la forma de la cara. No lo sabía, simplemente supuse y acerté.— Su encogimiento de hombros me hizo saber que no le daba más importancia al asunto.

Simplemente había sido coincidencia. Un golpe de suerte. No era como si pudiera leer la mente ni nada parecido.

—Ahora este—comenté mientras destabapa el reloj que había conseguido mantener como recuerdo de mi primer caso.

—¡Lockwood! —El regaño de Luce no se hizo esperar.— Has visto su talento, ese reloj no va a hacerle ningún bien.

Todos contemplamos a la posible nueva íntegrante. La advertencia había sido clara, el reloj no era moco de pavo y si no deseaba continuar estaba en su derecho pero de esa manera sellaba su destino.

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