•|CAPÍTULO X|•

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Dianne Crimson

Llegué a la cocina, donde habíamos dejado el equipo, y me apoyé contra la encimera tratando de controlar la rabia que acumulaba en mis venas. Estaba a punto de hacer hervir mi sangre.

Una cosa era que no pagara las facturas y que estuviera hasta el cuellos de deudas. Bien, no todo el mundo era capaz de ser un adulto responsable. Aquello podía entenderlo. Sin embargo si creas una agencia es porque se supone que tienes los conocimientos y la responsabilidad suficiente como para ser un buen líder y un buen jefe de equipo. 

Dejé que la ira saliera de mi cuerpo mientras respiraba profundamente. Estábamos en medio de una misión y tenía de compañeros a un niñato ególatra y con complejo de dios, y a una novata sin el título de agente. En aquel momento necesitaba tener la cabeza fría para poder enfrentarme a lo que sea que estuviera acechando en las sombras de aquella casa.

Tras varios minutos, tomé las bolsas, me coloqué un cinto con granadas de sal y salí de la cocina. En el piso de arriba los escuchaba susurrar por lo que supuse que aún no habrían encontrado nada.

"En qué momento decidí meterme en esta puta agencia..." Me recriminé para mis adentros.

Sin embargo, mientras subía las escaleras escuché a Lucy gritar antes de verla precipitarse por la barandilla y quedar colgada de un cuadro, su pie se había enganchado entre los restos de la madera astillada.

— ¡Lucy, aguanta!— grité al tiempo que soltaba las bolsas y echaba a correr en su dirección.

Cuando llegué a la parte de arriba, vi como Lockwood tratada de alejar el espíritu de una mujer con su estoque, pero esta no parecía muy impresionada por qué en vez de desvanecerse y huir, seguía abalanzándose sobre él.

Me acerqué corriendo hacia mi amiga y le tendí mi mano. Está la agarró con fuerza y rápidamente tiré de ella hacía mi, haciéndonos caer al suelo del rellano en el proceso. Pude sentir su respiracion agitada en mi oreja al tiempo que la abrazaba y acariciaba su cabello.

— Ya está, Lucy... Está todo bien. Estás a salvo— murmuré tratando de que se calmara.

Me giré hacia Lockwood en el instante en el que el fantasma desapareció. Se acercó apresuradamente hacia nosotras y sujetó a la chica por los hombros buscando algo  en su rostro. Pude ver el pánico en sus ojos.

— ¿Te ha tocado?— interrogó con urgencia.

— Claro que no, estaría muerta.— Durante su explicación no apartó la mirada de los ojos del chico.

— Lucy... Si no te encuentras bien, deberíamos volver a casa— aconsejé mientras apoyaba una mano sobre la suya y dejaba una suave caricia. Seguía temblando.

La observé tragar mientras negaba, tratando de recuperar la compostura. Unos segundos después su respiracion se calmó.

— No, estoy bien. Es que...

— Es que, ¿qué? — demandó el chico con urgencia ganándose una dura mirada de mi parte.

— Cuando he conectado con ella... Ha sido diferente.— Su explicación no parecía aclarar mucho las dudas del muchacho, sin embargo a mí solo me hizo preocuparme.

— ¿Que has sentido, Lucy? — pregunté tratando de sonar todo lo calmada posible.

— He visto como era antes... Más que eso, es como si hubiera sentido lo que ella sentía...— murmuró casi sin comprender sus propias palabras.

Lockwood parpadeó irritado y le dio una mirada severa.

— Es un fantasma. Los fantasmas no tienen sentimientos — le recordó con dureza.

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