•|CAPÍTULO IX|•

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Dianne Crimson

Observábamos la carta del DICP en silencio. Habíamos decidido deber el tema de Annabelle a petición de Lockwood. Al menos durante la comida. Sin embargo, había decidido que había algo más preocupante en aquel momento y sin previo aviso, había sacado el maldito sobre y lo había dejado sobre la mesa. Lucy lo había leído en voz alta para todos.

Sesenta mil libras en dos semanas era demasiado. Era imposible.

— Tengo veinte mil libras del mes pasado.— Decidí ser la primera en hablar y dar algo de esperanza.— Puedo duplicar esa cifra en dos semanas si me esfuerzo un poco y si mientras tanto vosotros tomáis unos cuantos casos, quizás logremos conseguir cincuenta mil, los entregaremos como muestra de que tenemos intención de pagarlo todo al completo.

Sentí la mirada ilusionada de Lucy sobre mi mientras que los otros dos chicos me observaban con el ceño fruncido y distintas emociones brillando en sus ojos.

— ¿Veinte mil libras, Dianne? Eso es mucho dinero...— interrogó George con incredulidad.

—Primero, au—respondí con tono indignado.— Realmente espero que no me estés subestimando, amigo. Soy muy buena en mi trabajo y he estado currando a destajo estos meses, en algunos casos haciendo varios trabajos diarios. Casi todos bastante fáciles y la rapidez, junto con la discreción, se pagan bien— expliqué con simpleza y una sonrisa orgullosa en los labios. Me crucé de brazos y me recosté en la silla de la cocina.— Pensaba terminar de pagar las facturas y con lo que sobrará, comprar un coche asequible.

—¿Un coche? — cuestionó un Lockwood confuso.— ¿Para qué demonios querrías un coche?

Lo miré con obviedad, nadie pareció entender, por lo que suspiré.

— La gasolinas es más barata que un taxi y yo tengo permiso de conducir, sería más barato y podríamos tomar más casos sin gastar tanto en transporte.

Lucy río sorprendida por mi conclusión.

—¡Vaya! Piensas en todo.

— Sin ánimo de ofender a nadie, llevo más tiempo en el negocio que vosotros— expliqué al tiempo que volvía a sentarme correctamente en la silla.— Vengo de una empresa en la que todos trabajábamos en equipo. Aunque mis padres fueran los titulares de la agencia, mi hermano y yo también la dirigíamos.

— Entonces, ¿tu plan maestro es ese?— Lockwood parecía molesto.— ¿Trabajar por separado otra vez?

— Es la única forma de abarcar el doble, y lo sabes— respondí tratando de no iniciar una discusión.

— Estás mal de la cabeza si piensas que voy a dejar que cargues con gran parte de nuestro problema tu sola— arremetió a la vez que se levantaba de su silla para ir a la nevera.

Lo seguí.

— He estado haciéndolo muy bien durante los últimos dos meses, por si no lo recuerdas.

Se volvió hacia mi hecho una furia.

— Y yo te recuerdo que parte del tiempo que estuviste inconsciente en el hospital fue por puro agotamiento, ¡te sobrepasaste!— Cada vez su tono era más alto.

— ¡Sólo serán un par de semanas!— Yo también estaba cerca de empezar a gritar.— ¡Deja de ser tan malditamente cabezota!

Cerró la nevera de un portazo.

— ¡¿Te estás escuchando?! ¡Tu eres la cabezota ahora, Crimson!

— ¡¿Es que a caso tienes un plan mejor, Lockwood?!— cuestioné remarcando su apellido.

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