•|CAPÍTULO XIII|•

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Dianne Crimson

Lo último que hice antes de que George me obligará a irme a dormir fue entregarle mi teléfono personal. Ya que el número de contacto que había dejado en el formulario de Lucy había sido el mío y no el de la casa, le hice prometer que cuando llamarán para avisar de que podía irse del hospital, me despertaría para ir a buscarla.

No sé cuánto tiempo pasé dormida, pero George no vino a despertarme. En su lugar, los gritos provenientes de la cocina fueron los que me hicieron levantarme de la cama.

Me cambié de ropa rápidamente puesto que mi amigo me había obligado a tomar una ducha antes de ponerme el pijama, y subí las escaleras del sótano hasta la puerta, que justo daba al corazón de la casa y de donde provenían los gritos.

— ¿Se puede saber que está pasando?— pregunté apoyándome contra el marco de la puerta de brazos cruzados.

Al percatarme de que Lucy estaba allí, fui corriendo a abrazarla pero ella me apartó antes de que hiciera nada. La miré con el ceño fruncido.

— Lucy, ¿qué pasa?

— ¿Que qué pasa? — respondió repitiendo mi pregunta. Estaba furiosa.— Tú, tú pasas. Nos has estado mintiendo todo este tiempo.

Me giré rápidamente para observar a George que observaba a la chica con el ceño fruncido.

— Se lo has...— No pude terminar de formular la frase cuando él me miró y negó.

— No ha hecho falta.— Escuché la fría voz de Lockwood detrás de mí.

Me di la vuelta para encararlo.

Cuando tiró las cinco cartas que aún quedaban en el banco/cajón de la biblioteca sobre la mesa de la cocina. Supe que habían descubierto la verdad.

— ¿Quién coño te has creído que eres para tomar decisiones que no te conciernen? — Su pregunta no esperaba una respuesta pero después de la conversación con George en la biblioteca, supe que no había hecho nada malo, al contrario.

— Una agente de esta empresa y una persona que vive en esta casa.— Mi tono de voz era igual de frío que el suyo.

Me observó en silencio durante unos minutos antes de asentir y chasquear la lengua con desprecio.

— Coge tus cosas y lárgate. Estás despedida.

Pude escuchar el jadeo de Lucy a mi derecha. Estaba enfadada conmigo por mertirla pero en ningún momento esperaba que Lockwood hiciera algo como aquello.

— ¿Estás de coña, verdad?— Está vez fue el turno de George para hablar y su tono de voz sonó sardónico a mis espaldas.

— No es ninguna broma. Esta es mi empresa y yo decido a quien quiero en ella y a quién no.

Un profundo silencio se instaló en la cocina antes de que George empezara a avanzar a grandes zancadas hacia el otro, dispuesto a partirle la cara.

Lockwood se tensó y retrocedió un paso con los ojos abiertos como platos. No había esperado aquella reacción de su mejor amigo. Sin embargo, antes de que llegara a él, me interpuse en su camino colocando mis manos sobre su pecho. Karim me miró confundido.

— ¿Qué haces, Dianne? ¿Es que no le has escuchado?

— Le escuchado perfectamente, George — respondí con toda la calma del mundo.— Pero la violencia no va a solucionar nada.

— ¿Entonces?

Me giré para mirar a Lucy y responder, pero antes decidí preguntarle a ella si se encontraba bien, cuando me lo confirmó sonreí levemente y me encogí de hombros esperando que no notará lo desolada que estaba.

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