Eight

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                                  Eight✴️

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                                  Eight✴️




Cuando me desperté, todavía seguía en la casa de Gangnam. No había sido capaz de caminar más allá del salón y dejarme caer en el sofá. Casi me había dormido al instante, despertando solo cuando el sol dorado de la media mañana se coló por entre los cristales como llamaradas que me hacían arder los ojos.

Entonces me di una ducha, me preparé un café con hielo y me fui al jardín para tomármelo sentado en el mismo lugar donde, la noche anterior, había tenido una de las experiencias más excitantes y brutales de toda mi vida.

Ya me habían follado la boca antes, bueno, ahora que sabía lo que era que te follaran la boca de verdad, decir eso era como hacerle un gran, gran favor a mis ex. Ellos lo habían intentado, habían sido firmes, pero no duros. Siempre les frenaba esa preocupación por hacerme daño o se asustaban a la primera arcada que me daba. Il mio capo, sin embargo, no había tenido piedad. Me había usado a su placer, había abusado de mí y me había tratado como si no fuera más que una puta barata.

Y eso era justo lo que más me ponía de todo aquello.

Con un suspiro, desbloqué la pantalla del iPhone e hice lo que ya formaba parte de mi rutina, mandarle mi geolocalización a tiempo real a Mr. Mafia junto con un breve «Buonasera, il mio capo».

Después lo dejé a un lado y tomé un trago de café frío con la mirada perdida en la piscina. Todavía no me había dado tiempo a volver a llevarme el vaso a los labios cuando oí el pitido de la notificación.

«¿Todavía estas allí?»

«Sí, signore. Me quedé dormido en el sofá. Después de lo de anoche no pude ni moverme. La verdad es que me ha encantado» —le confesé.

«Me importa una mierda lo que te encante o no. ¿A dónde vas a ir hoy y con quién?»

Puse los ojos en blanco y me di un momento para mirar hacia el frondoso jardín más allá de la piscina.

«Hoy no tengo planes. Iba a quedarme en casa, quizá tomar un poco el sol y leer los guiones que me quedan pendientes».

«¿Qué casa?»

«La de siempre».

Tras pasarme esperando tres minutos a que respondiera, di por hecho que no iba a hacerlo, así que apagué la pantalla y la dejé a un lado. Estiré los brazos y las piernas, solté un gemidito y, finalmente, un suspiro.

—Molto bene, capo... molto bene —sonreí.

No hace falta decir que todas mis dudas sobre aquel acuerdo se disiparon de la noche a la mañana. Seguía sin hacerme gracia que me hubiera pegado con la puta cuchara de madera, pero, como él había dicho, quizá había sido mi culpa por hablar demasiado cuando no debía. Al parecer, si no lo hacía, las cosas eran mucho más divertidas.

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora