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Me sentía mal.

Sin duda me sentía mal. Por alguna razón que no era capaz de entender del todo, la repentina huida del Capo me había dejado en un estado a medias entre la tristeza y la ansiedad. Quizá había sido algo de lo que había dicho, quizá algo que había visto en sus ojos, quizá... yo era gilipollas y había perdido por completo la razón.

-Para ya, Kookie, deja de mandarle mensajes y obsesionarte. Lo que pasó esa noche es que le cazaste por completo y él huyó como una rata para no tener que confesar que es un auténtico mierdas.

-Lisa... -suspiré, dejando el móvil de vuelta en mi bolsillo-. La que tiene que parar eres tú.

-¿Yo? -se indignó, girando hacia mí el asiento de la sala de producción para poder dedicarme una de sus expresiones entre la sorpresa y el asco.

Moví lentamente el rostro hacia ella y puse una mueca de cansancio.

-No paras de repetirme lo mismo... y ya sé que lo haces porque te preocupas por mí, pero, de verdad, ahora mismo no necesito que me martirices con el tema.

Lisa arqueó sus cejas finas y terminó por mirar al frente, hacia las pantallas en las que se reproducía un segmento de la película adolescente de vampiros.

-Vale, como quieras.

-No te enfades tú también...

-No estoy enfadada, Kookie, solo un poco decepcionada.

-Oh, qué bien, eso es incluso peor.

-Creía que eras mucho más listo.

-¡Pues no lo soy, Lisa! ¡Y me da igual que Jimin sea un boy toy o un pizzero o un muerto de hambre con sueños tan grandes como su polla! ¿No lo entiendes? -terminé exclamando, llegando a detener la película con un golpe seco en el teclado de mezclas-. Me gusta mucho estar con él y solo quiero que vuelva.

-Entonces has caído en su trampa.

-Sí, Lisa -tomé una bocanada de aire y la solté, llevándome una mano al rostro para frotarme los ojos. Hacía un par de días que no conseguía dormir bien y el cansancio solo se acumulaba cada vez más-. He caído por completo. ¿Ya estás contenta?

-No, Kookie -murmuró, levantando una mano para acariciarme la espalda con cariño-, pero ya es tarde, así que deja de enviarle mensajes que sabes que no va a responder y haz algo real.

-Ya he ido otras noches a buscarle a la pizzería -le confesé, mirando hacia algún punto entre la mesa de mezclas y las pantallas-, pero había otro hombre allí. Creo que era el primo, un tal Carlo, porque se parecía a él pero... mal. Sin el encanto y esa aura sexy del Capo.

-Entonces ve a un lugar en el que sabes que vas a encontrarle -me aconsejó-. Al más puro estilo coreano.

-¿Qué quieres decir?

Lisa sonrió un poco y ladeó el rostro.

Esa misma noche me quedé plantado frente a su casa con un ramo de flores en una mano y los mejores bombones de la ciudad en la otra. Me sentía completamente fuera de lugar, estúpido, desesperado y avergonzado; así que supongo que lo estaba haciendo bien. Al más «puro estilo coreano»; demasiado dramático y demasiado cliché.

Ya me había pasado diez minutos en el coche y otros cinco en esa acera suburbial frente a la casa, reuniendo el valor suficiente para hacer aquello. Miraba las ventanas por las que salía una leve luz y no podía dejar de pensar en que el Capo iba a odiar aquello. «Los hombres no reciben flores ni bombones», me diría antes de cerrarme la puerta con mosquitera en las narices.

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora