Sixteen

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Sin lugar a dudas, «novio» debía significar algo diferente en la cultura italiana que en la coreana. No me refería a que tuviera un significado distinto, sino que no debía tener el mismo peso o carga emocional. Porque de ser así, no sabía a qué cojones estaba jugando Mr. Mafia.

Todavía seguía algo aturdido y confuso cuando abandonamos el restaurante y fuimos al club de campo de las afueras donde se celebraba el Vesak. Mi madre se despidió de Jaemin con un salvaje y nada apropiado beso sorpresa en la mejilla, aprovechando que estaba en el asiento de atrás. Después le limpió la marca de carmín y se disculpó mientras se reía de una forma un tanto ridícula.

Cuando al fin se bajó y volvimos a quedar un momento solos, Mr. Mafia me miró con su expresión seria y me dio un ligero golpe en la barbilla.

-Come devi dire addio al tuo capo? -me preguntó, señalándose los labios con un clásico gesto italiano.

Sin pensarlo si quiera, me incliné y le besé. Primero algo suave, después, cuando entreabrió los labios, un poco más profundo. Entonces, antes de que pudiera apartarme, me garró de la camisa y me obligó a quedarme pegado mientras me clavaba sus ojos felinos.

-Pórtate bien en esa fiesta Budista, Jungkook... porque como me entere de que eres un chico malo y andas a jugar con il tuo capo, me enfadaré mucho... -y cerró el puño hasta tirar de la tela y hacerme daño-. Muchísimo, ¿capito?

-Tranquilo, capo -murmuré, levantando una mano para rodear la suya y que aflojara la tensión-. Si quisiera engañarte, no lo haría en un Vesak, te lo aseguro.

-No, no, no... Tú no vas a hacer eso ni aquí ni en ninguna parte, o me...

-Capo -le interrumpí-. Ya lo sé, eres muy celoso, me ha quedado bastante claro.

Quizá fuera mi tono, quizá mi expresión seria o quizá mis palabras; pero, de alguna forma, Mr. Mafia pareció entenderlo. Me soltó la camisa, la alisó un poco y, finalmente, me rodeó el mentón entre los dedos para volver a atraerme y darme un último beso.

-Avísame cuando salgas y vendré a buscarte.

-Bene -murmuré, dándome la vuelta para salir del coche.

No miré atrás mientras me dirigía a la entrada del club, pero estuve bastante seguro de que Mr.Mafia estaba clavando sus ojos en mí y que no se movió de su sitio hasta que me vio desaparecer en el interior.

Sinceramente, estaba demasiado abrumado para procesar nada más de lo que ya había pasado aquel día. Al llegar al salón de celebraciones, saludé a todos aquellos que reconocí de camino a la barra libre y pedí el primer cóctel de la tarde.

Lo bueno de las fiestas budistas, es que nunca falta la comida, la bebida ni las distracciones; y yo no iba a preocuparme de nada más que de emborracharme, comer y celebrar el día especial de aquel nuevo adulto budista; el que, por cierto, sí había tenido una lectura bastante mala en el templo. Mi madre no había exagerado con eso.

Gracias a un equilibrio perfecto entre cócteles de diseño y canapés, conseguí mantener un estado de embriaguez continuo sin sobrepasar la línea de la borrachera. Estaba contento, feliz, sonriente y lo suficiente achispado para mantener conversaciones con mis acompañantes a la mesa; entre ellos, el monje. Mi padre y mi madre, por el contrario, estaban recluidos en sus esquinas, muy separados el uno del otro para no causar ningún espectáculo.

Era curioso recalcar que incluso la comunidad prestaba atención a no juntarles demasiado. Decía mucho de los Jeon.

En más de una ocasión, me vibró el móvil. A veces lo notaba y otras veces no, pero siempre que lo miraba tenía un nuevo mensaje del Capo. «¿Cómo va la fiesta esa?», «¿Hasta cuándo suelen alargarse?» «¿Te falta mucho?» «Respóndeme, cuccolino. Il tuo capo ha sido muy bueno contigo hoy, lo mínimo que puedes hacer es ser muy bueno con él».

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora