Fifteen

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Cuando desperté, lo primero que sentí fue un aliento caliente y húmedo en mi nuca. Entreabrí los ojos y miré la pared de cortinas blancas de mi habitación. El amanecer ya había llegado y cubría gran parte del jardín con las primeras luces doradas, aunque todavía había suficiente sombra para no resultar cegador. Una agradable brisa agitaba las telas blancas mientras aquel ruido algo ronco y profundo ascendía y descendía a mis espaldas.

Aquel ruido era Mr. Mafia, rodeándome con un brazo y con su cuerpo bien pegado al mío.

No tenía una idea exacta de lo que había sucedido tras el polvo en el salón, solo un brumoso recuerdo de levantarnos, darnos una rápida ducha fresca e ir directos a la cama. Había caído rendido sobre las sábanas como si no hubiera dormido en días, quedándome prácticamente inconsciente a los pocos segundos.

Tomé una buena bocanada de aire y me giré entre los brazos del capo, frotándome el rostro antes de estirar los brazos y bostezar. Aquel movimiento terminó por desvelar a Mr. Mafia, quien no se privó de gruñir algo con enfado, moverse para ponerse de cara y tirar de mí para que fuera yo quien le abrazara y apoyara la cabeza en su enorme pecho.

La idea resultó increíblemente tentadora, como no podía ser de otra forma con él; pero, por desgracia, había cosas que requerían nuestra atención.

-Tenemos que ir a desayunar con mi padre -le recordé, incorporándome sobre el codo para mirar su rostro-. No podemos llegar tarde.

Él no pareció reaccionar, como si hubiera vuelto a dormirse mientras se cubría los ojos con un brazo y me apretaba contra su cuerpo. Entonces me quedé mirándole un par de segundos, mitad adormilado, mitad maravillado por lo sexy que il mio Capo podía llegar a ser. Incluso allí tumbado, sin hacer nada, parecía sacado de mis mejores sueños húmedos.

Levanté una mano y le acaricié el pecho cálido, como dos montes de piel, suave e irresistible. Mr. Mafia soltó un bajo suspiro, mezcla de gruñido y jadeo. Una estúpida sonrisa se coló en mis labios y, por un instante, llegué a inclinarme para besarle.

Pero me detuve a tiempo. Cerré los ojos y negué con la cabeza.

¿Qué coño estás haciendo, Jungkook?

Tomé otra bocanada de aire hasta llenarme los pulmones y me obligué a levantarme de la cama. No es como si estuviera escapando de él y de aquella situación, sino más bien, dejando una distancia de seguridad entre nosotros.

No sabía cómo me hacía sentir que el Capo se quedara a dormir conmigo. Por un lado me gustaba. Bueno, la verdad es que me gustaba muchísimo. Por otro lado, era confuso y peligroso. Cosas como esas desdibujaban las líneas que enmarcaban nuestro acuerdo, y lo último que necesitaba era terminar enamorado de... de «alguien» como Mr. Mafia.

Yo no era como mis padres. Yo no podía fingir tener una relación con un cristiano, tratarle como a mi novio, usarle y después cambiarle por un modelo nuevo sin sentir nada. A veces me gustaría poder hacerlo, la verdad, porque la vida parecía mucho más sencilla para ellos; otras veces me preguntaba si mis padres eran si quiera capaces de sentir algo real.

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora