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Al despertarme y sentir aquel cuerpo grande y cálido a mi lado, no pude evitar sonreír como un completo imbécil mientras hundía la cara un poco más en el hueco entre su cuello y su hombro. Sentí el cosquilleo de su mejilla rasposa en la mejilla cuando giró su rostro hacia mí y le oí susurrar: 

—No, cucciolo. 

Entonces, ese maravilloso hombre, ese dios romano que no era ni divino ni italiano, me apartó, se sentó en el borde de la cama y apagó el despertador. Me quedé mirándole con cierto rencor en los ojos y una expresión asqueada en los labios fruncidos mientras se frotaba el rostro y, con toda la calma del mundo, se dirigía en ropa interior al baño. 

Tras el café y una charla animada de media noche, había conseguido que se quedara a dormir a mi lado, por mucho que él me hubiera advertido que «todavía seguía decepcionado». Sinceramente, empezaba a molestarme un poco aquello. Jimin podía fingir estar todo lo indignado que quisiera, pero yo no había sido el único de los dos que había mentido al otro; aunque sí parecía el único incapaz de dejarlo pasar de una puta vez. 

—¿Quieres desayunar aquí o tomamos algo de camino? —le pregunté, de brazos cruzados y espalda apoyada en el marco de la puerta del baño—. O puede que todavía no me hayas perdonado lo suficiente para eso... 

Jimin me miró por el cristal de la ducha mientras el agua caía sobre su cuerpo desnudo y perfecto. Yo estaba tan empalmado que dolía, pero mi expresión era un muro de frialdad. 

—Stai attento, Jungkook... —me advirtió junto con uno de sus gestos italianos—. Ya sabes lo que pasa cuando te pones de morros con il tuo Capo. 

—¿Qué me vas a pegar unos azotes? —murmuré, ladeando el rostro para recorrer, no demasiado sutilmente, su cuerpo de arriba abajo. 

—No de los que te gustan. 

—A mí me gusta todo lo que me haces... 

—Lo sé, cuccolino —murmuró antes de sonreír como un cabrón—. Ahora baja y prepárale a il tuo Capo un buen desayuno. Rápido, que tengo que ir a laborare. 

Como un globo demasiado hinchado, me desinflé rápidamente, perdiendo por completo la excitación, el enfado, e incluso las ganas de mandarle a la mierda y echarle de mi casa a patadas. Con los ojos en blanco y la misma expresión asqueada de primera hora, bajé a la cocina y preparé el puñetero desayuno mientras él terminaba de ducharse. Se reunió conmigo veinte minutos después, con una preciosa camisa blanca de marca y unos pantalones de pinza de Armani. Estaba guapísimo, como siempre, pero negué con la cabeza antes de dirigirme hacia él y quitarle la corbata que trataba de anudarse al cuello. 

—No necesitas esto —le aseguré, abriéndole dos botones de la camisa para liberar su cuello—. Tienes que ir formal al bufete, pero no eres abogado, así que nada de corbatas ni traje. Son muy elitistas con esas mierdas. 

Jimin, al contrario de lo que pensé que haría, me escuchó con atención y terminó asintiendo. Se había puesto una de sus colonias, de las caras, y el aroma fresco y masculino evitó que me alejara demasiado. 

—Te he dicho que no, Jungkook —repitió, apartando mi mano de su brazo prieto contra la tela blanca—. ¿Hay algo más que debiera saber sobre el trabajo? 

—Me vas a matar, Jimin. Si no me follas pronto, me vas a matar... 

El Capo levantó una mano, la misma donde se había colocado uno de sus relojes de lujo, me pellizcó suavemente la mejilla y me dijo: 

—Cuando esté seguro de que me amas de verdad, te follaré todo lo que quieras, cuccolino. 

—Eso es... —pero no pude seguir, ya que su suave pellizco pasó a ser un leve bofetada seca. 

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora