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Hola cómo están? Espero que tengan un lindo fin de semana y cualquier error avísenme por favor.


¿Qué quieres que te diga, Kookie? Me está empezando a doler la cabeza con este tema, ya se ha alargado demasiado —me dijo Lisa mientras se acomodaba en su asiento de primera clase—. ¿Cuánto llevas con Jaemin? ¿Seis meses? 

—Sí, más o menos. 

—Pues parece que llevamos años hablando de él, en serio. No te voy a mentir —me miró un momento y ladeo el rostro—, al principio fue divertido, pero ahora es estúpido. ¿Qué quieres conseguir con todo esto, Jungkook? ¿Te has hecho esa pregunta?

—¿Cómo que qué quiero conseguir? —murmuré antes de fruncir el ceño—. Nada.

—Algo quieres conseguir, porque sino no entiendo por qué le das tantas vueltas. Creía que había quedado muy claro que es un manipulador y un boy toy, pero tú siempre vuelves cada puto lunes con algo nuevo: es que me ha dicho que... Es que he descubierto que... Cuando le dije esto le vi que... 

Puse los ojos en blanco y terminé por mirar al frente. 

—Si no quieres que te hable de él, solo tienes que pedírmelo, Lisa. No hace falta que te pongas así. 

—Me pongo así porque me preocupas. Te lo he dicho, deja de obsesionarte con él. No te quiere, Kookie. Solo te hace creer que sí. 

—Ya sé que no me quiere. 

—No, no lo sabes, porque si lo supieras te limitarías a comerle la polla y no a sobreanalizarías cada puto micro-detalle de lo que hace o dice.  

—No hago eso, solo hay... ciertas cosas que me llaman la atención. No acabo de entender por qué ahora le ha dado por compartir cosas de su trabajo o su familia conmigo. Nunca lo ha hecho antes. Y está rompiendo sus propias mentiras, cambiándolas, no sé por qué. Además, parecemos novios —y ahí dejé de gesticular como un loco mientras trataba de expresar mi frustración. Tomé una bocanada de aire y miré a Lisa, en su asiento con ventanilla—. Novios reales... no una especie de pareja perfecta creada para hacerme feliz. A veces incluso discutimos a gritos. 

—Wow, discutir... eso no me lo habías dicho —murmuró ella, moviendo la mano para colocarla sobre la mía en el reposabrazos—. Eso lo cambia todo, Kookie. Si discute contigo es que de verdad hay sentimientos ocultos. Yo creo que te ama, pero que sus convicciones sociales y sus costumbres italianas le han obligado a casarse con una mujer y tener tres hijos; pero él trata de huir de ese matrimonio infeliz. Un día te encontró a ti y descubrió lo que era la auténtica felicidad, así que se aferra desesperadamente a ella, porque solo la consigue entre tus brazos...

Ninguno de los dos dijo nada hasta que, tras casi cinco segundos de silencio ininterrumpido, respondí:

—Que te jodan, Lisa. 

—Madura, Kookie. Esta no es una de tus putas películas —dicho esto, se puso su mascara de dormir y se recostó en el asiento—. No me despiertes hasta llegar a Nueva York.

Continué  negando con la cabeza, algo frustrado y enfadado al mismo tiempo. Ella no lo entendía, no podía entenderlo. No estaba allí para mirar al Capo a la cara y ver lo qué hacía, o cómo se relacionaba conmigo. 

Ese mes de trabajo constante y ausencia continua, Mr. Mafia —aunque ya no tenia claro si debía llamarle así—, había convertido sus habituales mensajes tóxicos y cortos en auténticas conversaciones con sentido. No quiero decir que dejara de estar obsesionado con dónde estaba, o con quién, o lo que hacía, pero había añadido nuevas capas a eso. Capas de persona normal.

Habitualmente era yo el que hablaba de alguna tontería o me sacaba una foto graciosa y después esperaba su respuesta; pero desde que había empezado a no poder verme cuando quería, la cosa había cambiado. Ahora me hablaba de todo un poco, desde cosas como el tiempo hasta reflexiones que le preocupaban y pequeños secretos. Me enviaba mensajes, audios, fotos e incluso vídeos. Después me llamaba cada noche y hablábamos cuanto podía hasta que tenía que «volver al trabajo». 

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora