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Al parecer, Mr. Mafia no se había apresurado demasiado en contarle a su familia que se mudaban a una de las partes más lujosas y caras de Seúl. Lo cual, si te parabas a pensarlo, tenía sentido. ¿Cómo le explicas a tu mujer que un «amigo» te ha dejado su casa de millonario? Eso requiere preparación, algunas elaboradas mentiras... no era algo que pudieras decir sin levantar sospechas. 

Lo sé porque aquella primera semana tras mudarse, el Capo me hizo volver un par de veces más para cocinarle, limpiar y, evidentemente, follar. El viernes incluso me quedé allí a dormir y, después de un sabado en el templo, Mr. Mafia me llevó a una tarde de compras.

Como le había sugerido, compró un poco más de lo que solía, pero, aún así, con cuidado de no excederse. Volvimos a Gangnam, pero también pasamos por otras zonas de boutiques de lujo de Seul. El proceso era siempre el mismo, el que llevaba siendo desde hacía dos meses cuando habíamos ido esa primera vez allí. Mr. Mafia se paseaba, miraba la ropa, me preguntaba si «quería que él me comprara algo» y después elegía algunas cosas para sí mismo, terminando por pagarlo en caja con mi tarjeta platino. 

Yo participaba en esa fantasía diciendo cosas como: «sí, cómpratelo, no seas tonto». «Vamos, date un capricho, Capo». «Te queda muy bien... llévatelo. Si no lo haces por ti, hazlo por mí». Siempre fingiendo que yo solo era el bello ragazzo al que mimaba y mantenía. 

¿Era estúpido?, si. ¿Funcionaba?, a la perfección. 

Mr. Mafia estaba mucho más dispuesto a gastarse mi dinero si obviábamos la parte importante, que era mío y no suyo. Siempre cogía aire y terminaba asintiendo, diciendo cosas como: «ok, amore mio». 

Solo hubo un breve momento de tensión cuando, en la joyería, se detuvo a comprar un buen reloj de pulsera y, de una forma del tono innecesaria, me ofreció otro a mí y me dijo con un tono bajo y algo sórdido:

—Pero después tienes que agradecérselo a il tuo capo... 

El dependiente estaba justo frente a nosotros, forzando una sonrisa mientras miraba a Mr. Mafia rodearme con los brazos y decirme aquello al oído. Eso era Seul y él ya estaba demasiado acostumbrado a esa clase de escenas y comentarios como para ni inmutarse; pero yo no lo estaba. 

—intimo —anuncié con tono seco y serio—. Muy íntimo, Capo.

Mr. Mafia, dejó de abrazarme al momento y levantó un poco el rostro, perdiendo por completo esa sonrisa airada y prepotente. 

—Capito, tesoro —respondió antes de asentir.

—Compra el Rolex y vámonos. 

Y eso hizo, compartiendo un denso silencio hasta salir de la tienda, momento en el que movió una mano para buscar la mía y entrelazar nuestros dedos. 

—¿Tutto bene, cuccolino?   

—No, Capo. Me dio un poco de asco lo de antes —confesé con la vista al frente, pero sin apartar mi mano de la suya—. Eso es justo lo que me imagino que mi padre le dice a sus novias antes de comprarles joyas.

—Lo siento, solo me puse un poco... giocoso. 

—Vale —asentí un par de veces, reflexionando hasta qué punto estaba ofendido. No lo suficiente para no dejarlo pasar, al menos, en ese momento—. Digamos que lo de sugerir intercambios materiales por sexo queda totalmente fuera de los límites. Para ambos —concreté, girando al fin el rostro hacia él—. Va benne?  

—Va benne —afirmó. 

Tras aquello, nos paramos a tomar un café en local de sillones de cuero, tazas de lujo y clientes tan mal vestidos que era más que evidente que eran millonarios. Al final, regresamos al Masseratti y Mr. Mafia puso algo de su música italiana de camino a GangNam. Antes de llegar a parar el coche, puso una mano en mi pierna y me miró. 

Grazie, Amore.(Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora