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Minho parecía ser el hombre más feliz del planeta, sentía su vida realizada a pesar de ser joven, pensó que tardaría años en encontrar lo que verdaderamente le llenara el corazón, al haber vivido una vida tan monótona, no conocía lo que era amar tanto a alguien hasta que conoció a ese par.

En poco tiempo se había acostumbrado a ser llamado padre, la primera vez que lo escuchó no pudo evitar sentir su corazón explotar de la felicidad, fue una sensación tan increíble que comprendió de inmediato aquella conmoción que traía Jisung cuando Nari lo llamó de la misma manera.

Ahora los tres tenían lazos más fuertes, el pequeño había cambiado mucho a sus ojos, el ambiente cálido y lleno de amor hacia él, hizo que Nari se desenvolviera sin miedo y su personalidad salió a flote rápidamente.

Era un niño con mucha energía, siempre alegre y con ganas de jugar, pero también podía ser muy paciente y tranquilo si veía a sus padres cansados, porque sabia que ellos dos hacían lo imposible para verlo feliz.

Pasearon mucho juntos y recorrieron lugares que no habían tenido la oportunidad debido al ajetreado proceso de adopción que vivieron antes, así que fue una buena oportunidad para crear recuerdos antes de que comenzaran nuevamente las clases.

Pero había que tener en cuenta que los profesores entraban mucho antes a trabajar, debido a la planificación del año escolar que debían llevar a cabo y entregárselo a la dirección del establecimiento.

Y para cuando aquel tiempo llegó, Minho se vió obligado a trabajar duro buscando materiales para sus clases, mientras que Jisung se encargaba de salir junto a Nari para comprar su nuevo uniforme y útiles escolares.

El pequeño parecía emocionado esa mañana mientras recorrían la sección de escolares, los lápices de colores, crayones, pinturas y cuadernos le llamaban mucho la atención y no sabía bien cuáles elegir, contándole a Jisung que en el orfanato siempre le entregaban sus útiles sin tener la oportunidad de elegirlos.

Jisung suspiró por lo bajo comprendiendo esa emoción en sus ojos ahora que tenía la oportunidad de hacerlo, diciéndole que se tomara todo el tiempo necesario, al final de cuentas ellos querían que su pequeño pudiera experimentar las mismas cosas que los demás y ser feliz después de todos esos momentos difíciles que pasó.

Por lo que prometieron esforzarse para darle un buen futuro, querían que no se arrepintiera de haberlos elegido como sus padres, que se sintiera orgulloso de llevar su apellido y vivir en la misma casa, que pudiera confiar en ellos para contarles sus miedos y alegrías de la forma más natural posible.

Es por ello que ponían especial cuidado en los sentimientos de Nari.

Cuando ambos pudieron terminar las compras de forma exitosa, Jisung tomó la mano de su hijo y caminaron para regresar a casa a paso lento mientras conversaban sobre el inicio de clases.

—¿Estás emocionado? —preguntó viendo lo feliz que estaba con sus compras recién hechas, después de todo era normal que un niño se emocionara así.

—¡Gracias papá! —lo escuchó decir mientras saltaba a su lado y el mayor sonreía aliviado. —¿Papá Minho se sentirá triste porque no pudo venir con nosotros? —preguntó volviendo a aferrarse a la mano del mayor caminando más tranquilo.

—Claro que no, ya verás su sonrisa cuando lleguemos a casa —predijo un Jisung que se mantenía animado.

Y tal cual sus palabras, apenas abrieron la puerta y miraron a la sala, pudieron ver la espalda ocupada de Minho con todos esos papeles sobre la mesa, girarse para encontrarse con sus rostros recién llegados del exterior.

—¡Papá, mira todo lo que compramos! —se escuchó una voz dulce muy animada y Minho extendió sus brazos rápidamente para tomar la cintura de su hijo sentándolo sobre su regazo.

Until The Last Note | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora