5 años después.
Sé que no soy muy buena manejando mis emociones. Pero tal y como lo he hecho desde el 14 de febrero de 2019 vengo a traerle flores a Carlos a su tumba.
Cada que voy, le cuento como va mi vida desde que él se fue.
Mis aspiraciones.
Mis logros.
Caídas.
Y demás cosas.
Siempre tengo de que hablar con él, en el famoso Día de San Valentín. Que aunque nunca pasé uno con él, estoy segura de que hubiese sido maravilloso.
En sus ojos podía ver reflejado el verdadero amor, cosa que nunca se apartó de él, ni en su último aliento.
El cumplió su promesa.
Veo el anillo que él me dió, aún sigue aquí. Es una parte de él. A veces a mi mente viene su voz cuando me decía Flor era tan tierno. Cada que vengo aquí, termino igual.
Llorando sobre su tumba, tal y como lo he hecho desde que él se alejó; y no porque él quiso, sino porque el destino lo quiso así.
Joder.
Mis ojos empiezan a arder, y me doy cuenta de que las lágrimas empiezan a brotar por sí solas.
— No quise que esto pasara así – digo mientras acomodo el cabello que el viento me ha desarreglado – Aún duele... – siento como mi garganta es aprisionada por un fuerte nudo y trató de recuperar mi voz – Aún duele que no estés aquí.
El día que él murió, las dos personas que nos sacaron de ese lugar, trataban de consolarme mientras uno de ellos iba manejando. El cuerpo de Carlos estaba al lado mio en esa camioneta, yo solo me podía aferrar a él, aún sabiendo que no se despertaría.
Ya no salían lágrimas de mis ojos, me sentía rota y sin ánimos de seguir viviendo. Su cuerpo sin vida se movía de un lado a otro, mientras el auto lo hacía, ibamos a gran velocidad escapando de la escena. Yo estaba acostada en el pecho de la persona que más calma me producía. Pero en esos momentos, no podía hacerlo.
No podía acariciar mi cabello tal como lo hacía.
Tampoco limpiar mis lágrimas.
Ni darme un abrazo cálido que me transmitía seguridad.
No podía darme palabras de aliento.
Mierda.
Dolía sentir y saber, que la persona que más amabas se había ido, y ya no lo tendrías cerca.
— Recuerdo que hicieron creer que todo fue un incidente – mis lágrimas siguen recorriendo mi piel hasta llegar a mi barbilla y de allí caer a la lápida – te querían robar, y como pusiste resistencia, te dispararon – mi cuerpo se derrumba y caigo en la fría lápida – te quitaron todas tus pertenencias, y te dejaron allí, sin vida...
Esa fue la historia que le hicieron creer a su familia y amigos. Pero solo yo, fui testigo de todo lo que pasó, sus últimos minutos de vida los pasó conmigo.
— Así como tu cumpliste tu promesa, yo también cumplí la mia. Un poco tarde pero lo hize – puse mis ojos en el nombre de Carlos Londoño escrito sobre la lápida – unos meses más tarde, luego de cumplir mi venganza me desligue del clan – sonreí sin gracia – quemé la base del clan que fue culpable de tu muerte... Y luego asesine a su líder; no tuve compasión alguna con él. Y luego, salí del clan, tal y como tú me lo pediste. No fue fácil, porque tuve que dispersarlos a cada uno, para que me pudiera salir de una forma segura. Tengo entendido que aún me buscan para matarme, pero todo es un riesgo en esta vida.
Escucho el sonido de el viento arrastrando unas hojas por el suelo, y cierro los ojos para sentirme un poco más tranquila.
Seco mis lagrimas y le sigo contando.
— Carlos, ya estoy en la universidad. Estudio derechos, me siento conforme con mi carrera, estoy haciendo pasantías, en un boufette de abogados prestigioso, allí descubrí que mi madre no es abogado, y tengo una idea de que puede ser. Aún no tengo certeza, pero estoy casi segura de que es así.
«Solo faltas tú, para completar mi felicidad».
Y me vuelvo a romper.
Es esa clase de momentos en el cual tu mente te traiciona y solo quieres silenciarla. Eso es exactamente lo que quiero, silenciar mi conciencia.
Mis lágrimas caen al suelo y yo me apoyo sobre la lápida. Y de repente escucho el sonido de las hojas crujiendo con cada paso que da la persona.
Mis instintos de supervivencia se activan.
Aún no he perdido eso, pues sigo con miedo de lo que puede pasar.
Escucho una voz suave, una que puede llegar a relajar a cualquiera. La puedo reconocer, es Ana.
El día del funeral de Carlos, ella llegó junto a la familia de Carlos; La señora Gizelle Holtz y el señor Cameron Londoño. La verdad me extrañó verlos llegar juntos.
Ese día me enteré que Ana, era la melliza de Carlos. Nunca me lo imaginé, osea, si tenían cierto parecido, pero nunca se me cruzó esa idea.
Y allí, lo que dijo Carlos cobró sentido.
«— Porque soy mayor que tú, por eso».
Una sonrisa se dibuja en mi rostro ante tal recuerdo.
— Sabía que estabas aquí – admite ella con sinceridad y se agacha en cuclillas para poder darme un abrazo – desde hace dos años atrás me he dado cuenta que lo visitas todos los 14 de febrero...
Me siento débil con ese abrazo.
Luego de que Carlos muriera, Ana se volvió menos violenta, quizá por la idea de que su hermano haya muerto por culpa de alguien violento. Ella cambió por completo, le pidió disculpas a todos los que ella había maltratado, por supuesto no todos le creyeron, pero algunos dejaron todo eso en el pasado. Incluida yo.
— Él... Estaría feliz de saber que aún lo amas – su voz se escucha levemente quebrada y la abrazo con más fuerza, como si de ello dependiera que todas sus piezas estén unidas – pero Mai, esto ya no es sano. Debes de soltarlo, eso será lo mejor para ti. Se que ustedes dos tuvieron algo en su adolescencia, pero ya es momento de que entiendas que él ya no está.
Sus palabras duelen, pero son ciertas. Me niego a soltarlo, porque no quiero que quede todo atrás, no quiero olvidarlo y se lo hago saber a ella.
— Él fue mi todo. No quiero olvidarlo, Ana. No quiero – mi voz es casi un murmuro, pero sé que ella me escuchó.
— No lo olvidarás, Mai, él siempre estará en tu corazón. Pero debes de soltar para seguir tu camino.
No puedo.
No.
No quiero.
Recuerdo la sonrisa de Carlos, cada cita que tuvimos, y me siento lejana a ese recuerdo.
— ¿Crees que él esté feliz si lo dejo ir? – la pregunta sale como si nada.
Esa pregunta estaba rondando en mi cabeza el último año, pero no estaba preparada para hacerla. O bueno, eso creía.
— Uh ujum – murmura ella – Él estaría orgulloso de tu avance, y esté donde esté, te estará alentando a que sigas con tu vida y seas feliz.
No puedo evitar llorar, y ella me abraza fuertemente.
Y en ese momento comprendí, que ya estaba lista para soltar y para seguir con mi vida. Pero teniendo siempre, el recuerdo de él.
De mi gran amor.
Aún duele.
Pero es un dolor que me hizo aprender cosas valiosas, y ver que un amor como el de él, no se consigue dos veces en la vida.

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Maquillaje
RandomMai era una chica que tenía una vida tranquila, querida por todo el mundo y mimada por su madre, pero lo que ella no sabía era que un día de compras como cualquier otro sería el día que cambiaría su vida drásticamente