8. El maquiavélico y el psicópata.

750 100 11
                                    

Halsey- Castle (1:48 – 2:44)

 Mi auto avanza hasta las rejas oscuras, hay enormes y gruesos muros, que son de un color similar al de las rejas que cubre la mansión. Dos hombres altos y robustos se encuentran en la garita junto a las rejas y me observan mientras me hacen una seña para que espere a que las puertas se abran para yo pueda entrar en la casa.

Siempre he odiado está clase de espera.

La casa sigue igual de imponente que siempre, solo vengo aquí cuando es estrictamente necesario y los negocios así lo requieren, y por lo general, mi presencia no suele ser requerida. Hay un equipo detrás gestionando todo y yo solo doy un paso al frente en los casos más delicados. Cómo en el caso de la estafa Ponzi del señor Larson y su socio Carlo Abrams.

—Buenas noches, señorita —me saluda el ama de llaves cuando abre la puerta para mí y yo le devuelvo el saludo con una media sonrisa.

Hay una mujer alta parada detrás de ella, la cual me estudia de pies a cabeza con mucha atención y desprecio.

Lleva demasiadas joyas en su cuello y muñecas para mí gusto.

—El señor Baizen no está recibiendo visitas —murmura la mujer que sigue observando cada uno de mis movimientos.

Yo ni siquiera la miro, ignoro lo que acaba de decir y me quito mi abrigo para dárselo al ama de llaves, haciéndole ver a la mujer, que asumo es la amante del mes, que yo me voy a quedar.

La mujer golpea su zapato con fuerza contra el suelo con la intención de llamar mi atención, pero de nuevo, yo sigo sin mirarla, eligiendo de forma deliberada, ignorarla.

—¿Quién eres? —me pregunta— Es la primera vez que te veo por aquí.

El ama de llaves le susurra que no me haga más preguntas, pero la mujer la silencia con una mirada que, para mí, es todo menos intimidante.

—Él está en su habitación privada, no le gusta que nadie vaya ahí. Deberías irte —insiste la mujer y asumo que lo hace porque tiene miedo a dejar de ser la amante del mes y los beneficios que eso le proporciona.

Uno de los hombres de seguridad se acerca a mí y me hace una seña para que lo siga hasta una escalera secreta dentro del despacho, el hombre de seguridad no entra y solo me indica con la mano que siga adelante.

Subo la escalera y abro la puerta, observando las paredes y pisos oscuros, los elegantes decorados de madera que podrían ser un poco ostentosos, pero que de alguna manera generan un equilibrio en el lugar, luciendo sobrios. También hay cristalería muy cara que decora la enorme habitación privada, dándole ese toque ha peligro que estoy segura quiso generar. En una esquina puedo observar diferentes botellas de alcohol. También hay un escritorio y algunos sillones. El negro y dorado predominan en este lugar.

Mientras recorro la habitación mis ojos se fijan en una figura alta que está de pie en una de las esquinas, frente al gran ventanal oscuro, sosteniendo un violín color caramelo sobre su hombro y entonando una melodía que reconozco al instante porque es su favorita. Él tiene los ojos cerrados creando aún más dramatismo a la escena y yo sonrío al verlo.

—Esto fue lo último que compuso Mozart antes de morir —murmura en voz baja y sin abrir sus ojos, aún concentrado en la pieza que está interpretando—. El acompañamiento de Lacrimosa tiene dos voces y son como suspiros de dolor, y suenan de base durante toda la Lacrimosa. De vez en cuando hay timbales que dan golpes fuertes, como si su llanto de pronto rompiera todo, y en mitad de este llanto se introduce un pequeño momento más luminoso. ¿Sabes que quiere decir? Qué estás en lo más profundo del infierno, pero hay un breve momento de paz, aunque no dura mucho, porque enseguida regresa el llanto y permanece hasta el final de todo.

La última gran dinastía Americana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora