Seafret – Drown (0:18 – 1:14)
De Madre: Patrick volvió a preguntar por ti. ¿Piensas volverlo a visitar?
Recuerdo que cuando yo era pequeña, Patrick solía elogiarme, me leía cuentos antes de dormir y me hacía sentir menos sola. Así fue, hasta que yo lo vencí en ajedrez por primera vez, después de eso, la máscara de Patrick cayó y mi medio hermano mostró su verdadera naturaleza.
Cada vez que yo hacía algo y se lo mostraba, él se burlaba de mi o me gritaba, diciéndome que yo era una tonta y que no iba a conseguir nada en la vida. A veces incluso tiraba de mi cabello o me empujaba contra las paredes o el piso. Ninguno de mis padres hizo nada al respecto. Porque ambos decían que yo debía aprender sola a solucionar mis problemas.
El amor es una debilidad, Rhea —me dijo mi padre—. Y nosotros no somos personas débiles.
Entonces, ¿no me amas, papá? —le pregunté.
Él solo repitió lo que me había dicho antes, que el amor era una debilidad y que nosotros no somos débiles.
—¿Alguna vez tomas un descanso de tu trabajo? —me pregunta Owen cuando entra en la casa, después de su extraño horario de trabajo.
Deja un ramo de rosas azules frente a mí y me guiña un ojo.
Ni siquiera me molesto en decirle que odio las flores, solo me levanto y las coloco en el jarrón antes de regresar a donde yo estaba.
—Me gusta lo que hago —respondo.
El vaso de whisky vacío descansa sobre la mesa y recojo algunos documentos que han quedado esparcidos, apilándolos cerca de mi computadora.
Casi toda la mesa está llena de papeles, libros, carpetas, lápices y resaltadores.
—¿Siempre has querido ser abogada de cuello blanco? —pregunta mientras se dirige a la cocina para calentarse algo de comida.
La pregunta no es fácil de responder, y se puede sentir mi vacilación sobre cuanto debo o no revelar al extraño y desconocido hombre que se mueve frente a mí y que está esperando el mínimo error de mi parte para utilizarlo en mi contra.
Nunca me ha gustado contar mucho sobre mí, la mayoría de cosas que digo, son cosas superficiales, respuestas vagas y dado que jamás permanezco demasiado tiempo en un lugar, jamás importan las respuestas que doy o la información que llego a proporcionar sobre mí.
—No —respondo después de un largo silencio.
Intento no ponerme rígida, pero fracaso, notando enseguida como mi espalda se endereza y mi sonrisa desaparece. Adoptando una postura defensiva.
Atacar o morir.
Me quedo en silencio por un segundo y si Owen nota mi cambio de ánimo, no lo menciona.
—¿Qué querías ser?
El ex agente tiene la habilidad de realizar preguntas difíciles en un tono casual, como si fueran lo más normal del mundo. Asumo que se debe a su profesión y gracias a la mía, puedo responder dichas preguntas en un tono similar.
—Abogada en lo civil, fue eso en lo que me especialicé. Quería luchar por los derechos de las niñas y mujeres. De los inmigrantes. Ese tipo de cosas.
No lo miro, solo sigo observando la pantalla de mi computadora, mirando como el cursor parpadea y pesando de forma vaga en Helena y su hija, quienes confían en mí para ayudarlas.
—¿Y qué pasó?
Mi mandíbula se aprieta de forma ligera y me empiezo a sentir algo incomoda por sus preguntas y hacia donde se dirigen, pero mi educación no me permite mostrarlo y solo pienso en cómo responder. Porque sí me quedo callada sería igual a demostrar que él tiene el poder aquí, que ha logrado arrinconarme y eso jamás voy a permitirlo.
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La última gran dinastía Americana.
RomanceRhea lo odia porque él es un agente federal cuyo trabajo es llevar a la familia de ella a prisión, y Owen la odia porque ella es una abogada de cuello blanco que manipuló un caso y por la cual él perdió su trabajo. Entonces, ¿cómo ambos terminaron...