Maldito seas Owen West, maldigo en mi mente mientras lo veo salir del edificio donde vive Helena y caminar por la acera hasta girar en la esquina y desaparecer.
—¿Por qué no puedes escuchar mis advertencias?
Me quedo en el auto pensando un poco en una parte de la conversación que tuvimos el otro día.
Me vuelvo a sentar y observo la forma en que sus ojos vagan por mi cara, analizándome, como si pudiera ver algo en mí, más allá de lo que yo quiero mostrar.
Mi mano va hacia mí mentón y paso mi dedo por mi piel, golpeando de forma suave mi quijada mientras finjo que estoy pensando.
—¿Alguna vez has matado a alguien? —él pregunta.
—No.
—¿Has ordenado la muerte de alguien?
Interesante pregunta y en realidad, tengo una forma de evadirla solo para molestarlo un poco.
—No soy responsable de la forma en que los demás perciben lo que digo.
—Rhea.
Es gracioso como él puede darle diferentes matices a mi nombre, siendo este tan corto.
—¿Has ordenado la muerte de alguien? —repite.
—Sí, no muchos.
—¿Cuántos?
Pongo los ojos en blanco.
—No sé, agente, no llevo la cuenta. Y no, tampoco recuerdo sus nombres, excepto el de la última persona.
—¿Quién?
—Patrick.
Detiene sus pasos y sus ojos se clavan en los míos.
El silencio se expande y cuando yo quiero hablar, él levanta la mano y me detiene, murmurando que no hable. Veo que está procesando y entiendo que, para alguien como él, pueda ser difícil de entender mi decisión y me pregunto cómo cambiará la forma en la que él me verá después de saber aquello.
Una cosa es suponer que yo soy una mala persona, otra muy diferente es corroborarlo.
—Él lo merecía, no sabes el infierno que me hizo vivir.
—Entonces, ¿tú te volviste juez y verdugo?
—Sí.
Él da un paso hacia mí e inclina su cara a mi altura.
—Rhea, el mundo no funciona de esa manera
—El mío sí.
Me bajo del auto y camino hasta el apartamento de Helena, con paso confiado y una mirada en blanco, no dejando entre ver todo lo que estoy ocultando.
Ella está algo sorprendida cuando me ve y me estudia antes de dejarme pasar.
—Es bueno que estes aquí —me dice, aunque no parece muy feliz de verme—. Hay algo de lo que quiero hablar contigo.
Me lleva hasta la pequeña sala y nos acomodamos en el sofá, hay un aire tenso a nuestro alrededor que crepita con cada segundo que pasa y Helena no dice nada.
Yo tampoco hablo, solo dejo que ella ordene sus ideas.
—Alguien estuvo aquí —me empieza a decir—, me habló sobre el caso y en como los errores de Carlo han hecho tanto daño y me di cuenta de lo egoísta que estoy siendo porque, ese dinero por el cual tanto peleo, es dinero sucio. Obtenido a base del sufrimiento de otros.
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La última gran dinastía Americana.
RomanceRhea lo odia porque él es un agente federal cuyo trabajo es llevar a la familia de ella a prisión, y Owen la odia porque ella es una abogada de cuello blanco que manipuló un caso y por la cual él perdió su trabajo. Entonces, ¿cómo ambos terminaron...