Cuando las puertas del ascensor se abren, lo primero que veo es que hay un hermoso ramo de lirios afuera de la puerta del apartamento.
-¿Sabes quién las mando? -me pregunta Owen cuando abre la puerta.
Yo tomo el ramo con cuidado y respondo que sí.
-Michael, él siempre me regala lirios.
La primera vez que me regaló un ramo de flores, fueron lirios. Dijo que había leído en un libro que representaban algo valioso, un tesoro que se debe cuidar y que eso era yo para él.
Nuestra vida pudo ser tan diferente -pienso mientras me pierdo en algunos recuerdos no tan buenos.
-Se suponía que éramos tú y yo contra el mundo -es lo primero que sale de mi boca cuando Michael abre la puerta de su casa-. Y yo no debí olvidarlo.
Yo espero que él se sorprende al verme o cierre la puerta y me pida que me vaya, pero él solo me sonríe con tristeza.
-Tal vez. Pero eso fue hace mucho tiempo, Ace. Muchas cosas han cambiado desde ese entonces y debemos aceptar los cambios.
El miedo no puede ser parte de nosotros, es lo que me dije mientras lo veía hacerse cargo del legado familiar. Y también pensé que él no podía tener ninguna debilidad, porque entonces, Michael terminaría igual o peor que nuestro padre y yo no puedo perderlo. Es todo lo que tengo y debo protegerlo. Por eso me alejé, creía que todo sería mejor de esa manera.
-No, Michael. No puedes decir eso, no puedes dejar que los errores de otros dicten nuestra vida. Somos nosotros, siempre tuvimos que ser nosotros y lamento haberme ido y lo que dije. Pero no puede ser demasiado tarde. Nuestra historia tiene que valer más que eso. Porque no importa lo que haya pasado, al final tenemos que ser nosotros.
Yo soy su debilidad, igual que fui la debilidad de mi padre. Me asusté y corrí, porque sin darme cuenta me he vuelto muy buena en eso, en correr cuando las cosas se vuelven complicadas. Corro y me alejo. Lamo mis heridas en silencio y en la soledad, para después regresar y fingir que no ha pasado nada.
-Pero tenías razón, estábamos persiguiendo una historia que no era nuestra, Ace. Ve a casa. Es tarde.
¿Cómo puede ser este el final?
-Si me voy, Michael, se termina. No más oportunidades. Es el final. Así que dime, ¿de verdad quieres que me vaya?
Duele, porque todo parece tan insoportablemente claro ahora y no puedo creer que este sea el final de algo que ni siquiera ha empezado.
-Vete a casa, Rhea.
Y después de decir eso, él cierra la puerta.
Aparto aquel recuerdo y miro el ramo en mis manos. Es un ramo hermoso, en medio de las flores está la invitación para la gala que la fundación Baizen está organizando y a la cual yo aún no me decido si voy o no.
Le enseño la tarjeta a Owen y él la lee.
-¿Vas a ir?
-No lo sé.
-Deberías ir -me dice-, y deberías llevarme contigo. Puedo ser tú más uno.
Imagino la reacción de mis hermanos y de mi madre si yo llego a la gala del brazo de Owen West.
Dioses, sus reacciones no tendrían precio.
-¿Por qué te llevaría? Ah, ya lo se. Quieres cazar alguna viejita millonaria o alguna Sugar Mommy. ¿Verdad?
-¿Por qué las necesito? Para eso te tengo a ti.
Besa mi mejilla y se escapa lejos de mí antes que yo pueda golpearlo, sonriendo ante su comportamiento infantil.
ESTÁS LEYENDO
La última gran dinastía Americana.
RomanceRhea lo odia porque él es un agente federal cuyo trabajo es llevar a la familia de ella a prisión, y Owen la odia porque ella es una abogada de cuello blanco que manipuló un caso y por la cual él perdió su trabajo. Entonces, ¿cómo ambos terminaron...