Capitulo 7

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Cerré los ojos un momento, analizando la estupidez que acababa de hacer. Estaba encerrada. Encerrada con el idiota de Jade. Respiré hondo tratando de no perder por completo la calma.

—¡Mira lo que hiciste! —lo acusé.

Él pareció confundido por lo que había dicho. Vale, sí, había sido un poco inmaduro de mi parte culparlo aun sabiendo que quién había cerrado la puerta era yo, pero estaba cabreada.

—¡Siempre arruinando todo! —chillé.

—¡Pero si has sido tú! —refutó.

—¡Claro que no! —le di un pequeño golpe en el hombro—. ¡Abre la puerta!

—No —se cruzó de brazos.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

—Abre la puerta, Jade —demandé.

—No.

—¡Que abras la estúpida puerta! —grité.

Negó con la cabeza.

—No puedo abrirla —dijo con simpleza, tranquilo.

—¡¿Cómo qué no?! —pregunté. Ok, ya me estaba poniendo nerviosa—. ¡Se supone que tienes las llaves!

—Pues no las tengo —se encogió de hombros.

No las tenía. Jade no tenía las llaves. Vale, me había pasado y ahora estaba metida en un gran problema.

—¿Cómo que no tienes las llaves? —pregunté en un susurro—. T-tú debes tener las llaves.

Dio un gran suspiro como si estuviera recolectando toda la paciencia del mundo.

—Estamos encerrados —dijo, detenidamente para que yo pudiera entender—. Por si no lo sabías, esa puerta estaba abierta por algo. No abre desde adentro.

Y ahí, sentí el verdadero terror. Miré a mi alrededor y todos los recuerdos vinieron a mi cabeza como si estuviera reviviendo todo.

Paredes pequeñas...

Puerta cerrada...

Humedad...

Mi respiración empezó a agitarse, mi corazón latía desbocadamente. Empecé a hiperventilar, mis pulmones ardían por la falta de oxígeno y dolía. «Un ataque de pánico»

Hacía dos años que no me daba uno y me sentí completamente mal, creí que había superado eso, pero no era así. Jade se acercó de inmediato cuando notó como estaba.

—No puedo... respirar —dije en un hilo de voz—... no puedo... es... —sentí unas pequeñas lágrimas salir de mis ojos, me sentía completamente estúpida, no quería que él me viera así, pero no pude hacer nada para evitarlo—... no pue... no puedo... res... pirar...

—Tranquila, tranquila, sí puedes respirar —me tomó de los hombros. Quise apartarlo, pero tenía tantos nervios que no lo hice—. Mírame, respira conmigo —marcó un ritmo de respiración para que yo lo siguiera—. Vas a estar bien, solo tienes que calmarte.

Quise decirle: "si quieres que me calme no me digas que te mire" pero no podía ni siquiera hablar, así que me lo aguanté.

Traté de imitarlo y poco a poco mi respiración se fue regularizando y me fui calmando. No pensé que él me ayudara, pero lo hizo. Cuando ya me había calmado completamente él me seguía mirando con una chispa de preocupación en sus ojos.

Nos sostuvimos la mirada por unos minutos, eso era algo que me había ayudado a calmarme «su mirada». Me recordaba al cielo nublado, a los días lluviosos, al frío. Me dio tanta tranquilidad ese gris...

¿Odiarnos? [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora