Capitulo 22

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—¡Buenos días, dormilona! —la voz de Marian me despertó. Hablaba desde la puerta—. Sé que ayer no tuviste un buen día y quiero compensar que no estuve, te espero en la cocina, he hecho el desayuno.

Dicho eso, cerró la puerta. Medio adormilada, me removí en mi lugar, pensando en la mejor excusa para no comer. Eso solo significaba una cosa.

Marian cocinando= ¡INTOXICACIÓN SEGURA!

Eso si no quemaba el departamento antes. Normalmente, quién cocinaba era yo, si no, pedíamos comida rápida. En alguna qué otra ocasión —cuando yo no me daba cuenta— ella cocinaba y... digamos que no terminaba muy bien, siempre me daba cuenta porque el olor a quemado llegaba a mi habitación. Y, gracias al cielo, solo había sucedido tres veces.

No sabía si era por mi preocupación, o qué mi mente estaba muy ocupada buscando excusas para no comer, pero no me había percatado de algo: alguien me rodeaba la cintura.

Abrí muchos los ojos y, de un salto, me aparté. Casi caí de culo al piso de la impresión al ver a Jade; aclaré mi mente y recordé todo lo que sucedió la noche anterior: Jade llegando para hablar conmigo, luego él beso y, por último, una especie de reconciliación —no piensen mal, solo fue un maratón de mi serie favorita "Criminal Minds"— por último recordé: él había decidido quedarse la noche conmigo.

Lo sé, mi mente por las mañanas es un poco despistada. Normalmente, duraba casi una hora tratando de asimilar que seguía con vida.

Bueno, en realidad, fui yo quien le sugirió quedarse y, por supuesto, él aceptó, gustoso. La lluvia había aumentado y era peligroso que saliera así, además, también quería que se quedara. Él había sugerido dormir en el sofá, pero no me pareció lo más apropiado, así que, algo avergonzada —sí lo estaba— le sugerí que durmiera en mi habitación... conmigo.

No sucedió nada. Fue decepcionante.

No me juzguen, fue un gran avance para mí dormir con un chico en mi habitación después de tanto tiempo y, después de lo que sucedió...

Aunque tampoco era la primera vez que dormía con Jade, así que no fue tan incómodo como creí que sería. Ya más tranquila, volví a recostarme en su lado con una sonrisa.

—Pensé que me darías uno de tus puñetazos destructores —dijo él, adormilado.

Giré mi cabeza abruptamente hacia él, seguía con los ojos cerrados. Pensé que estaba dormido.

—Si aún lo quieres, puedo hacerlo —le entrecerré los ojos, pese a que no me estaba mirando.

Emitió una risa, divertido y estiró un brazo para que me acercara a él. Llevaba puesto solo los pantalones, con el torso desnudo; un tanto incómoda, me alejé, solo un poco. Él fingió no darse cuenta y no dijo nada; en su lugar, sonrió.

—Es un lindo despertar, ¿no crees? —murmuró, abriendo los ojos finalmente.

—Si despertar por culpa de tus ronquidos es un lindo despertar para ti, entonces, sí —bromeé.

—Yo no ronco —se defendió.

—Eso es lo que tú crees —continué, mi plan era molestarlo—, las personas dormidas no se dan cuenta de nada.

—¿A qué te refieres con eso? —enarcó una ceja, esbozando una sonrisa llena de picardía.

Abrí mucho los ojos al darme cuenta que había malinterpretado mis palabras.

—Eres un puerco —hice una mueca de asco.

—¿Yo?, ¿por qué? —fingió inocencia.

—No te hagas —le entrecerré los ojos.

¿Odiarnos? [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora