El día siguiente lo pasé inquieta, hacía mil y un cosas aburrida e impaciente a qué llegara Jade, al parecer eso me emocionaba más de lo que me gustase admitir. El malestar en mi cuerpo se había calmado un poco; al mediodía decidí llamar a Marian para saber cómo estaba todo, pregunté por mi familia y me dijo que estaban todos bien, ella se oía más calmada y eso me alivió.
Estaba completamente aburrida, tanto que ya me había dado más de tres duchas, un baño era lo más entretenido que se me ocurría hacer. Cuando ya eran las las cuatro de la tarde tomé un paquete de galletas de chocolate que tanto me gustaban y me senté en el sofá a mirar un reality cualquiera y antes de que pudiese evitarlo me quedé dormida.
No supe cuánto tiempo pasó cuando unos golpes a la puerta me despertaron, somnolienta me levanté arrastrando los pies hasta la entrada y abrí la puerta frotando mis ojos.
—Hola... —la voz de Jade me terminó de espabilar, había olvidado completamente que él vendría y eso que lo estuve esperando todo el día.
—Hola —no pude evitar sonreír, me sentí como una estúpida, nunca había estado así en mi vida. Al parecer Jade hacía que yo me comportara de esa forma.
Hice un gesto con la mano para que entrara, segundos después cerré la puerta a mis espaldas cuando entró, me sentí repentinamente nerviosa como había ocurrido los últimos días, eso me molestaba mucho, no me gustaba la manera en que Jade estaba influenciando en mí.
Se quitó su chaqueta y la dejó en el sofá de la sala, se giró en mi dirección y su mirada intensa me recorrió de arriba a abajo sin ningún tipo de disimulo, un cosquilleo se apoderó de la punta de mis dedos al igual que un nudo que sentí en mi estómago.
—¿Quieres una foto? —murmuré al notar que no dejaba de mirarme para disimular mi nerviosismo.
La comisura derecha se elevó, formando una sonrisa ladina.
—Lindo pijama — comentó. Mi pijama consistía en una camisa de tirantes blanca y un short corto negro, muy normal—. Aunque me gusta más el que llevabas el otro día.
Abrí mis ojos al entender a qué se refería: mis pantis de Bratz.
—Es más cómoda —admití un poco avergonzada.
Sí... no había vuelto a estar en pantaletas por el departamento después de ese día.
—¿Cómo te sientes? —preguntó de repente, cambiando por completo de tema.
¿Por qué me gustaba tanto que él se preocupara por mí? Esa era una simple pregunta, no entendía porqué me emocionaba que lo hiciera, ni siquiera con mi ex estuve así... aunque bueno, él era muy diferente.
—Mejor, solo tengo un poco de gripa, ya se me pasará —me encogí de hombros restándole importancia.
—Si sabes que hay remedios para la gripa, ¿no?
Yo asentí.
—¿Ya has tomado algo? —se cruzó de brazos y volví a asentí lentamente, él alzó una ceja—, ¿sí?, ¿qué has tomado?
—Agua fría —respondí con simpleza.
Me dedicó una mirada de desaprobación para después comenzar a negar con la cabeza.
—Debí suponerlo —se pellizcó el puente de la nariz—. Si quieres estar mejor pronto debes dejar de hacer eso.
—Es que... no me gusta el agua a temperatura ambiente —suspiré—, y tampoco me gustan los medicamentos...
—Y a mí no me gusta verte enferma —confesó.
Sentí un nudo en mi estómago y mi pulso se aceleró ligeramente al escucharlo, ¿cómo es que lograba eso con solo unas palabras? Inconciente comencé a jugar con mis dedos sin saber qué más hacer, ni decir.
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¿Odiarnos? [EDITANDO]
Teen FictionElla odia a la gente, él ama ser el centro de atención. Ella ama el silencio, él adora las fiestas. A ella le encanta leer, a él le encanta el arte. Ella adora comer y a él le encanta ejercitarse. Dos personas completamente distintas que solo tiene...