Cap.59

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Samantha Adams


-¿Sí? –Mamá contestó el celular y le bajó el fuego a la estufa alejándose de ella –sí, con ella habla –dejó el paño aun lado y tomó la mezcla que yo había terminado de amasar --¿quieres el de corazón o el de estrellita, cielo?

-Ambos –sonreí viendo como sacaba los molden con ambas formas

-Sí, yo soy su hija ¿sucedió algo? –vi el momento justo en el que todo se cayó de sus manos

Me agacho de inmediato logrando salvar la mezcla y la dejo encima del desayunador

-¿Está seguro de que es él?

Su voz salió entrecortada y sus manos empezaron a temblar

-Mamá

Me acerqué asustada viendo como caía de rodillas y empezaba a llorar con fuerza

Tomé el teléfono del suelo y lo llevé a mi oreja

-Señora Adams ¿sigue ahí? –preguntó una voz del otro lado

-¿Hola?

-Hola, pequeña –la voz se volvió un poco chillona --¿hay otro adulto contigo en casa?

-Eh, no ¿Qué le dijo a mi mamá? –fruncí los labios

-Le di una noticia, que la altero un poco –habló con dulzura --¿hay otro adulto al que puedas llamar, ahora?

-Puedo llamar a mi papá –miré a mamá que no dejaba de llorar –sí, llamaré a mi papá, adiós –colgué

Busqué el número de papá y lo llamé, no tardó mucho en contestar

-Amor, ahora estoy en una reunión, te llamaré en cuanto salga

-Papá –lo interrumpí antes de que colgara

-¿Sam?

Preguntó luego de unos segundos en silencio

-¿Sucedió algo en casa? –Más silencio --¿esa que está llorando no es tu mamá?

-Sí –miré a mamá –la llamó una mujer y empezó a llorar –murmuré y estoy segura de que el miedo en mi voz se notó mucho --¿Qué debo hacer?

-Está bien –se escuchaba agitado del otro lado –quédate con ella, yo llegaré pronto ¿está bien?

-¿Y tú reunión?

-Eso puede esperar –dijo –ya estoy en el auto, no cortes la llamada ¿está bien?

-Vale

-Y no te alejes de mamá

-Está bien

-¿Qué estaban haciendo cuando la llamaron?

-Mamá hacía el almuerzo y yo la ayudaba a hacer las galletas de chocolates para el postre

-Apaga la estufa y el horno también si está encendido ¿sabes cómo hacerlo?

-Sí, mamá me enseño

-Muy bien, entonces apágalos, pero no me cuelgues la llamada

-Está bien

*****

-Cielo, creo que dejé mis llaves en la oficina ¿puedes abrirme la puerta? –cuestionó papá

-Voy –me puse de pie de un salto –mamá, ahora vuelvo, no te muevas de aquí –corrí a abrir la puerta y en ese momento justo papá terminaba de parar el coche y salía de él corriendo en mi dirección

La Infancia de la TenienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora