Capitulo 8

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            —Podríamos hacer algo juntos esta tarde.

            Mia se encogió de hombros, segura de que nadie notaría el gesto y siguió desenredando en hilo que sobresalía del dobladillo de su camiseta de colores. No quería levantar la cabeza y verse obligada a ver a Hyden, sentado en la silla de enfrente.

            —¿Cómo qué? —preguntó el cantante, sin tratar de disimular las pocas ganas que le producía la sugerencia de Melanny.

            —Vamos, anímate —insistió Melanny, inclinándose en la mesa de la cocina, para tocarle un brazo. Hyden se apartó antes de que llegara a alcanzarle y la mujer retiró la mano con una expresión triste.

            —¿Qué tal si damos una vuelta por el pueblo? —sugirió Karl saliendo en ayuda de su mujer.

            —Hace mucho calor —protestó Hyden, deslizando los brazos a lo largo de la mesa y tumbó la cabeza sobre ellos.

Las manos del cantante alcanzaban hasta la vista de Mia a través de los cabellos que le ocultaban el rostro. Hyden daba pequeños golpecitos inaudibles sobre la superficie, siguiendo un ritmo y Mia siguió la hipnótica y muda melodía con los ojos, preguntándose qué letra tendría en la mente. Levantó ligeramente la cabeza para mirar el perfil de Hyden; su cabello caía prácticamente sobre el lado de la cara que mantenía visible y los mechones azules tocaban la mesa también. Mia ascendió hasta alcanzar los ojos del cantante, encontrándose con los suyos. Rápidamente apartó la cabeza y se centró en Melanny, que vestía un vestido de tirantes azul claro y unas sandalias con un tacón de aguja.

—Para un día que podemos pasarlo todos juntos sería una pena desperdiciarlo —insistió Melanny.

—Pero no en el pueblo —insistió Hyden también—. Hace mucho calor como para tener que llevar la cabeza tapada.

—Ah... es verdad —se disculpó Karl, con una mueca—. Siempre se me olvida ese detalle.

Melanny rió nerviosa.

—Da igual. Descartamos el pueblo. ¿Qué podemos hacer?

Mia no intervino, pero desde la noche en la que la habían atacado había decidido no visitar el pueblo. Al menos no durante la noche y de día le producía ansiedad encontrarse con los dos chicos que, si no había habido ninguna noticia de un reciente asesinato, debían estar vivos y coleando.

—El otro día cuando vine de la granja encontré unos senderos muy buenos para dar una vuelta.

Karl siguió con las ideas y Melanny le acarició el brazo animada.

—Eso estaría bien, ¿verdad? ¡Y podríamos llevar algo para merendar! ¿Qué os parece?

Mia puso mala cara.

—¿No habrá demasiados bichos para comer al aire libre?

Karl le lanzó una mirada ceñuda y Mia le hizo una mueca.

—¿Dónde has dejado el espíritu aventurero?

—¿Alguna vez he tenido algo de eso?

Además, no consideraba una aventura propiamente dicha lanzarse ante un apetitoso plato de hormigas.

—¿Y tú qué opinas?

Melanny pasó la pregunta a Hyden que se encogió de hombros, o, al menos, lo intentó desde la postura que mantenía sobre la mesa.

—¿Muchos bichos?

Mia no pudo evitar sonreír y ocultó aún más la cara cuando Karl volvió a mirarla enfadado.

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