Capitulo 12

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            Aunque la partida de Hyden parecía haber dejado la casa vacía, como si de pronto no viviera nadie en ella, Mia sabia que era imposible que esa sensación se debiera exclusivamente al cantante; alguien que durante las últimas semanas había destacado principalmente por su ausencia, lo que concedía todo el mérito a Melanny y su inigualable capacidad para generar ruido.

            Habían pasado tres días desde que se habían marchado y Mia tenía el amargo sabor que suelen dejar las pesadilla, sólo que en esta ocasión se parecía más a la sensación que deja un agradable sueño al despertar y descubrir que todo ha sido eso, un sueño y que la vida continúa de la misma manera que antes de acostarse.

            Karl siguió apareciendo y desapareciendo de la misma manera que lo había estado haciendo a su llegada, sólo que Mia parecía notar con mayor nitidez las horas que pasaba en la granja, aunque agradecía el aislamiento que eso le proporcionaba, pasando largas horas de calor en el patio, sentada bajo la sombra, disfrutando de la música del ipod de Hyden y las escasas conversaciones que le brindaban Inma y Josh cuando eran capaces de no apuntarse con un cuchillo carnicero mientras criticaban la comida del otro.

            Hyden...

            La cuarta tarde en la que Mia siguió tostándose al sol, con un zumo de color extraño, entre rojo y anaranjado en un vaso sobre la mesa y los auriculares en un tono mas alto que bajo resonando en sus oídos y la imagen del rostro perfecto del cantante volvió a posarse sobre su mente como uno de los posters gigantes de su habitación, clavado con clavos en su cabeza, Mia se dio unos pequeños golpecitos en las mejillas y sacudió la cabeza con fuerza, antes de levantar los brazos sobre su cabeza y se estiró, desperezándose. Vale. Ya. Era suficiente el tiempo que había hecho duelo por Hyden, alguien que, muy posiblemente, ya no se acordaría ni de su nombre, y en unos días, ni la añadiría en su amplio círculo existencial.

            Se levantó con el pie derecho dormido y fue medio arrastrándolo hasta el interior de la casa, agradeciendo el frescor que solo conseguía el aire acondicionado.

            —¿Tienes hambre, niña?

            Niña... Mia lanzó una mirada furibunda a Josh que salía en ese momento de la cocina y pareció sorprendido de verla en mitad del hall, camino de las escaleras. Era lo malo de permitir un acercamiento con los adultos, siempre tendían a ver a la gente más joven que ellos, no importaba la edad que tuvieran, como niños. Y la confianza apestaba. Se limitó a sonreír cansada y sacudió la cabeza.

            —Aún no.

            —Bien... Hoy está cocinando Inma.

            Y no hacía falta que añadiera el poco entusiasmo que eso le producía, pero Mia sintió un cosquilleo de felicidad en el estómago. Aún así, trató de mostrarse todo lo inexpresiva que pudo.

            —Oh...

            Josh la observó con ojo critico y Mia desvió la cabeza disimuladamente.

            —Da igual —soltó Josh—. ¿Tienes algo que hacer?

            Mia lo miró con curiosidad.

            —No... ¿por qué?

            —Tengo que salir a hacer unas compras, búscame los papeles de los pedidos que guarda tu tío en el despacho.

            Mia frunció el ceño, pero Josh ya se había dado la vuelta de regreso a la cocina mientras se quitaba el delantal. Sí; definitivamente la confianza apestaba.

Noche OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora