Habían pasado veintiocho días desde que Karl la había ido a buscar al mismo lugar al que ahora conducía de regreso para meterla en un avión de vuelta a casa. En ese momento, mientras observaba en silencio el paisaje que los cristales del monovolumen de su tío le iba mostrando, Mia se debatía entre las ganas de dejar atrás Montana y la ansiedad que le producía regresar a casa.
Ninguna de las dos opciones le agradaba en ese momento. Eric había conseguido ensombrecer su rutinaria y bastante patética vida tumbada en una tumbona en el patio, y las largas horas de aislamiento que continuaban frente al ordenador del despacho de Melanny una vez consiguió dejar claro a Karl que no tenía ningún interés especial en tostarse al sol, sudar como un cerdo, ni ver como un grupo de hombres más sudados que ella y que no le prestaban demasiado interés —y que no deseaba que le mostrasen—, hacían lo que a ella le parecía una practica de maltrato de animales. Era cierto que Karl había pasado unos exagerados veinte minutos explicándola en qué consistía su trabajo, muy diferente a lo que a ella le había parecido maltrato, pero que aún así no le interesaba. No tenía ninguna intención de iniciar un levantamiento de masas en contra de su tío por muchas pena que le hubieran dado las vacas que había visto cuando se aventuró a echar un vistazo dentro del almacén para evitar a Eric en uno de sus locuaces intentos por entablar conversación. ¿Cómo podía alguien que había intentado violarla, tratar tan directamente de ligar con ella? Era asqueroso. Por varios motivos. Y lo peor de todo era que no podía decirlo. También por varios motivos.
Al final se había puesto a gritar como una loca. El tercer día que Karl había intentado arrastrarla al trabajo y ella se había negado contundente, demostró la valía de Melanny o, al menos, lo eficiente que podía ser la imagen de desquiciada que le había mostrado el día que se llevó a Hyden con ella. Sólo le había faltado ponerse a patalear y a llorar con los brazos alrededor de las rodillas mientras se balanceaba de arriba abajo sentada en el suelo para que la hubieran internado en un psiquiátrico. Pero el resultado había valido la pena. Y el te de lo que fuera que le llevó Josh cuando Karl se marchó —sin ella—, no estaba tan malo o, al menos, era bebible, algo que posiblemente ayudó las ricas galletitas que le preparó Inma y le entregó en el patio con una sonrisa muy parecida a la que se le dedicaría a un niño y unas caricias en la cabeza.
Había expresado su preocupación al respecto en repetidos mensajes de texto que había enviado al número de Hyden.
En realidad se había dedicado a escribir prácticamente su vida en ellos, muy posiblemente producto del aburrimiento —y de una desagradable sensación de un "no tenía nada más que hacer" —, aunque de forma muy reducida, claro y sin dar detalles muy significativos de su vida. Puede que en esa casa la consideraran en ese momento una loca peligrosa, pero no era tan tonta como para decirle a un posible psicópata anónimo su nombre, apellidos, dirección entre otras cosas. Sí que le había mencionado en una ocasión el nombre de su colegio y una de las discotecas que más frecuentaba con su grupo, pero no consideraba que el amigo silencioso que recibía los mensajes desde donde fuera que se encontrara, fuera tan listo y perspicaz como para imaginar quien era ella entre los cientos de personas que acudían a ambos sitios.
"Vuelvo a casa"
En aquel momento había dejado de lado sus taciturnos pensamientos mientras contemplaba el paisaje, seco, amarillo, muy parecido a las emociones que le invadían en ese momento, y se había puesto a teclear el penúltimo mensaje antes de entrar al avión.
El último sería al sentarse en su asiento con un ridículo:
"Estoy en el avión"
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Noche Oscura
Teen FictionMia es una chica de dieciseis años que decide pasar el verano con su tio en Montana, en un intento por huir de algo que la esta agobiando, pero termina viviendo con Hyden, el cantante de mayor exito del momento y del que Mia estaba platonicamente en...