Capítulo 44

3.6K 278 49
                                    

HOLA CHIC@s!!!! ME DA MUCHO GUSTO VOLVER!!!! LES AGRADEZCO A TODOS Y CADA UNO DE USTEDES QUE ESTUVIERON PENDIENTES DE MI ESTADO Y DE MI HISTORIA. PUEDO DECIRLES QUE ME ENCUENTRO MUCHO MEJOR LO CUAL ME PERMITIRA SEGUIR ESCRIBIENDO PARA TODOS USTEDES. NO TENGO CON QUE PAGARLES LOS MENSAJES DE APOYO QUE ME HAN BRINDADO. DE VERDAD MUCHAS GRACIAS POR NO TIRAR LA TOALLAS CONMIGO. AQUI LES DEJO EL SIGUIENTE CAPITULO. ESPERO LO DISFRUTEN. NO SE OLVIDEN DE COMENTAR Y VOTAR XOXO


Dos meses después...

Los días y las semanas pasaban y nada cambiaba. Un par de semanas después de que Diana hubiera recobrado la consciencia, casi obligo a sus hermanas, a Michael y a James a que se fueran. Les había jurado que se encontraba mejor. Todos la miraron como si se hubiera vuelto completamente loca. Y a veces así actuaba. Perdida en sus pensamientos, comía poco y se la pasaba recluida. Hasta que se había dado cuenta que esa clase de comportamiento no hacía más que ocasionarle inconvenientes. Amaba a sus hermanas, pero no quería compañía. Ni la suya ni la de nadie. La irritaba de sobre manera tenerlas encima de ella todo el día, solicitas hasta el agotamiento. Comenzó a comer, asearse y salir de su habitación para dar breves paseos una vez que su salud se lo permitió. Ocultaba su dolor, en un intento de que la dejaran en paz. Al parecer su actuación había sido lo suficientemente convincente como para que sus hermanas se sintieran capaces de regresar a Londres junto con Michael y James. Antes de marcharse, les hizo jurar que no informarían a sus padres lo que había ocurrido. En algún momento, al separarse de su marido tendrían que saber los motivos, pero necesitaba juntar valor y fuerza para hablar de aquello. Cuando por fin se fueron sintió un alivio difícil de describir. Pero esto no mejoró en gran medida la situación en la que se encontraba. Por qué ahora tenía que soportar las atenciones no deseadas de Sebastián.

Era extraño como la traición de su marido no había hecho que su amor por el disminuyera. Era como si al amor se hubiera unido una cantidad igualmente inconmensurable de rencor y desdicha. La lucha eterna de quererlo lejos y al mismo tiempo cerca la estaba consumiendo. Se sentía asqueada consigo misma por necesitarlo de la forma en que lo hacía.

Por otro lado, Sebastián estaba peligrosamente cerca de volverse loco. Había intentado por todos los medios un acercamiento con su esposa. Le hacía obsequios, mismos que ella no aceptaba o que simplemente ignoraba sin siquiera darles un vistazo. Procuraba estar presente en todas las comidas hasta que empezó a notar que Diana comía en su habitación, sin ningún deseo de tenerle cerca. Esto se vio confirmado cuando había intentado por milésima vez acompañarla por uno de sus paseos por los bosques cercanos. Debido al aborto, Diana no era físicamente capaz de montar a caballo aun, así que procuraba caminar tan lejos como sus piernas se lo permitían. Esos paseos le provocaban a Sebastián una gran angustia, temeroso de lo que Diana pudiera hacer mientras estaba lejos y sola.

La había interceptado en uno de los pasillos, encaminándose hacia una de las salidas. Carraspeo al ver que ella estaba perdida en sus pensamientos, ignorando su presencia.

-Si me permites, me gustaría acompañarte- le dijo, dándole una mirada tímida.

-No- se limitó a decir ella, pasando por su lado sin inmutarse.

Él no pudo contener el impulso de tomarla por el antebrazo.

-Por favor, insisto.

Ella se encogió de hombros.

-Como gustes.

Eso habría alegrado de sobremanera al marques de no haber sido por la absoluta indiferencia con que su esposa lo dijo. Camino a su lado, a una distancia prudente al salir y mucho después cuando ya se internaban en los bosques circundantes, en la frondosa maleza que parecía que se los iba a tragar vivos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 16, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La apuesta del marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora