Capítulo 16

4.4K 569 49
                                    

HOLA AMIG@S!!! ESPERO TODOS SE ENCUENTREN MUY BIEN. YA SE QUE PRACTICAMENTE ES SABADO Y PENSABA EN DARLES UNA SORPRESA POR SER VIERNES. ESPERO QUE SU FIN DE SEMANA SEA TODO LO BUENO QUE PUEDE SER DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS Y A LA VEZ DECIRLES QUE VOY A PUBLICAR AHORA MISMO 3 CAPITULOS MÁS. EN CIERTA FORMA SUS PALABRAS DE ALIENTO Y APOYO ME HAN DADO LA INSPIRACIÓN QUE NECESITABA PARA ESCRIBIR. ESPERO LES GUSTEN ;) XOXOXOXO


Siempre había pensando que la casa de Desmond era un lugar cuando menos, peculiar. Siendo amigo suyo, Desmond le había mostrado algunas de las puertas ocultas de la mansión. Puertas que se confundían con las mismísimas paredes. Precisamente esa era la razón de que sugiriera la biblioteca como lugar de escape. Sabia que había una puerta al fondo de la habitación, difícil de percibir por las estanterías repletas de libros.

Había querido sorprender a su esposa. En cuanto la vio alejarse se escabulló, tomando un atajo hacia la biblioteca. Quería llegar antes que ella, contemplarla esperándolo, sintiéndose como el maldito idiota más afortunado de la tierra. Ahora simplemente se sentía como un maldito idiota en absoluto afortunado.

Lo que había escuchado, las palabras que habían salido de los labios de Diana...dolían. Dolían como el infierno. No iba a compadecerse de si mismo. Era algo que él ya sabia pero la actitud de Diana lo había hecho creer que talvez había una oportunidad de borrar esa obsesión que tenia en la cabeza. Talvez el único obsesionado era él, aferrándose una y otra vez a una situación que se tornaba cada vez más complicada.

Sentía unas ganas inmensas de salir de entre las sombras y aplaudirle a Diana. Aplaudir como si hubiera presenciado la tragedia más fascinante que hubiera sido digno de observar nunca. Pero no. En cuanto comenzó a escuchar los sollozos de su mujer, decidió que lo mejor era salir de ahí antes de que cometiera una locura.

Salió por donde había entrado, medio ciego y sintiendo como su corazón que había comenzado a ablandarse comenzaba a endurecerse con renovado vigor. Al caminar comenzó a chocar con algunas personas, sin siquiera tomarse la molestia de disculparse; se encontraba absorto en las palabras que probablemente lo atormentarían por el resto de su vida.

Llegó hasta la galería donde todos bailaban o se congregaban alrededor de las parejas que se movían con rapidez y gracia al ritmo de la música. Cruzó la pista con torpeza llegando a chocar levemente con alguno de los bailarines, balbuceando palabras, pobres intentos de disculpas.

Siguió caminando hasta situarse en una esquina, mas bien solitaria. Al pasar un camarero con una bandeja llena de copas, tomó una sin pensarlo dos veces y se bebió su contenido de un solo trago.

Permaneció en silencio mientras la gente se congregaba a su alrededor. Parecía como si algunos conocidos y amigos fueran a saludarlo hasta que veían su estado de animo, la expresión perdida en su rostro y se abstenían de acercarse. Y él lo prefería así. No se sentía capaz de concentrarse en ninguna conversación por muy trivial que esta fuera. Estaba tan ensimismado en lo que había escuchado que si alguien le preguntaba su propio nombre probablemente no podría recordarlo.

Estaba tan distraído que no notó que alguien se acercaba a él. Al levantar los ojos de encontró con unos ojos castaños. Diana. Por un momento creía que rompería la copa que tenia en una mano, apretándola con fuerza en un intento de controlarse. Su furia retorno con fuerza. Siempre había pensando que golpear a una mujer era una villanía pero ahora estaba muy tentado a abofetear a su mujer.

-Nunca llegaste- le dijo Diana con confusión pero sin rastro de coquetería en su voz.

Si hubiera detectado seducción en su voz no hubiera podido contenerse. Una cosa es que estuviera enamorada de otro y otra muy distinta era que jugará con él abiertamente.

La apuesta del marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora