Capítulo 23

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HOLA CHIC@S!!! AQUI LES DEJO EL SIGUIENTE CAPITULO. SIENTO DECIR QUE DE NUEVO ES SOLO UNO. ESPERO PUBLICAR EL SIGUIENTE O LOS SIGUIENTES MUY PRONTO DEPENDIENDO DE COMO ESTE MI NIVEL DE INSPIRACIÓN QUE SIENTO DECIR ULTIMAMENTE HA ESTADO ALGO ESCASO. ESPERO DISFRUTEN EL CAPITULO Y NO SE OLVIDEN DE COMENTAR Y VOTAR. XOXOXO


Entró a la habitación de Sebastián sin tocar la puerta. En un primer momento se asustó al pensar que talvez lo podía encontrar ahí pero después de inspeccionar la habitación durante unos segundos comprendió que no estaba ahí. De repente escuchó un chapoteo que provenía de la puerta del cuarto de baño de su marido.

No supo porque pero ese simple ruido la excito. Sintió como sus pezones comenzaron a endurecerse debajo de la tela del vestido. No era el ruido en si, sino lo que evocaba; imaginarse a Sebastián recostado en la bañera, relajado, expuesto, le provocaba un ligero mareo. Por un momento quiso salir corriendo y olvidarse de todo eso. Pero las palabras de Arabel regresaron a su mente.

¿Se sentía atraída hacia su marido? Si. Por el amor de Dios, si. Le gustaban muchas cosas de él: su sentido del humor, su seriedad en los momentos necesarios y su forma juguetona de comportarse en los momentos en los que no era necesario pretender formalidad. Y cuando rememoraba la forma en que la había tocado y besado, la piel se le calentaba cual si fuera fiebre. Con ese pensamiento decidió entrar en el cuarto de baño, no sin antes tocar la puerta ligeramente para anunciarse.

-Adelante- escuchó la voz amortiguada de su marido.

Entró despacio, inundándose de la imagen de Sebastián. Estaba sumergido en la gran bañera de latón. Sus brazos estaban apoyados en los bordes de la bañera. Tenia la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados y la expresión relajada. Su pecho sobresalía del agua, brillante, musculado y dorado por la luz de las velas. Olvido por completo lo que iba a decir mientras lo observaba detenidamente. Su cabello echado hacia atrás, húmedo y brilloso por las jotas de agua que le corrían por el cuello fuerte hasta perderse en el agua.

-Todo esta bien Martin. Puedes retirarte. Te llamaré cuando termine- dijo Sebastián con calma, sin molestarse en abrir los ojos.

Eso la sacó de su trance. Decidió seguir sus instintos. Gracias al cielo justo en ese momento sus ojos cayeron en una pequeña esponja que se encontraba encima de un pequeño tocador. La tomó, mientras se arremangaba con cuidado el vestido. Después se arrodilló con sigilo detrás de su esposo. Se inclinó y puso la esponja encima de su pecho desnudo.

Los ojos de Sebastián se abrieron de inmediato.

-Pero...¿Qué rayos haces...?- al ver que la esponja no se detenía se giró confundido- Martin, por Dios...- se quedó en silencio cuando vio que quien estaba detrás de él no era Martin.

Miró a Diana sin entender que hacia.

-¿Porque...?

-Pensé que necesitarías ayuda- contestó Diana sin más y continuó pasándole la suave esponja por el pecho, ignorando la mirada de Sebastián.

La miró por unos instantes, intentando entender que hacia ahí. Pero Diana mantenía una expresión impasible mientras lo tallaba con cuidado y suavidad. Se volvió a reclinar en la bañera, cerrando los ojos de nuevo, decidido a relajarse y disfrutar de esa inesperada visita.

-¿Así esta bien?- le preguntó Diana en un susurró, pegando su boca al oído de Sebastián.

Había algo en el tono de su voz, una suavidad casi seductora que lo hizo dar un respingo involuntario. De repente se imaginó a Diana en una situación muy diferente haciéndole la misma pregunta y un ramalazo de excitación le endureció la entrepierna.

La apuesta del marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora